Arqueología: ¿qué tiene que decir acerca de la Biblia?

Arqueología: ¿desmentirá o verificará la Biblia?

Aquí os dejo los enlaces que os comento para que lo comprobéis:

https://biblearchaeologyreport.com/2022/12/27/top-ten-discoveries-in-biblical-archaeology-in-2022/

https://biblearchaeologyreport.com/2023/02/09/king-jehoram-an-archaeological-biography/

¿Qué pasa con nuestro cristianismo?

No sabía cómo comenzar este artículo. Lo cierto es que, en principio, quería hacer un vídeo sobre lo que voy a exponer a continuación, pero no me he visto capaz de poder realizarlo con toda la entereza que esto requiere.  Prefiero hacerlo así para poder ordenar mis pensamientos lo suficiente.

Han llegado diferentes informaciones por varios canales acerca de sucesos que han tenido lugar y, tristemente se han mantenido a lo largo de los años. Sucesos que son muy fuertes, por otra parte con intentos de ocultar de, ya no digo de la opinión pública, sino de las personas que tienen que ver con la iglesia de Dios. Eso unido a todo tipo de situaciones, problemáticas y hechos que causan mucho dolor, heridas, sufrimiento y tristeza. Os puedo asegurar que muchas de las cosas que me llegan, y al no ser alguien «relevante» en el campo evangélico de mi país, España (ya no digamos del campo evangélico internacional) estoy convencido de que no me llega la mínima cantidad de información de todo lo que ocurre. No obstante, de lo que me llega, os aseguro que me he encontrado como el sacerdote Esdras cuando recibía las noticias primero de su pueblo y su situación estando lejos y después, estando en medio, de la situación moral de muchos… Dolor, lágrimas, preocupación y clamor.

Hace ya unos cuantos años nuestro amado hermano Eric Bermejo dio una serie de conferencias que llevaban por título principal «¿Qué pasa con nuestro cristianismo?» Las razones que daba el hermano, muchas de ellas siguen siendo actuales a día de hoy, no las voy a reproducir aquí, (Si alguien tiene interés, le puedo pasar los enlaces o los audios que tengo para escuchar), pero creo que es pertinente hacer un alto en el camino y hacernos la misma pregunta. Así que, llegados a este punto, os invito a seguir leyendo algunas observaciones que he venido realizando con el paso de los años, la acumulación de experiencia (propia y de otros) cruzada con algunas observaciones en el manual que todos debíamos tener como libro de cabecera que es la Biblia.  Lee hasta el final, porque no escribo esto para avergonzar, hundir o desanimar a nadie sino que es un mirada introspectiva para sacar el mapa y el compás y ver si de verdad vamos por buen camino o necesitamos rectificar algunas cosas para ser como Dios quiere que seamos. Está escrito «Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos» (2ªCorintios 13:5) Ese es el propósito de estas letras.

Para contestar la pregunta «¿Qué pasa con nuestro cristianismo?» hemos de observar lo más objetivamente que podamos si hay algo que dificulta, impide o entorpece el testimonio, la luz o el propósito de Dios para con las personas que se reconocen o se dicen cristianas… Y en mi modesta opinión entiendo que hay cosas en nuestro contexto evangélico que producen todo esto con unas consecuencias muy tristes como podéis suponer o tal vez habéis experimentado.

En primer lugar, permitidme plantear la idolatría como algo que se ha vuelto parte de nuestro contexto y entorno. Es posible que algunas personas me digan: «Hermano, nosotros no tenemos ídolos puesto que no adoramos estatuas, no les pedimos cosas ni las reverenciamos»… ¿Seguro? Según la RAE en su definición etimológica de la palabra «ídolo» tiene dos acepciones: 1- Imagen de una deidad objeto de culto y 2- Persona o cosa admirada con exaltación. Esta observación es muy interesante. Y es precisamente en diferentes pasajes de las Escrituras que podemos citar en los que vemos que confirman estas definiciones. Estoy seguro de que podrías citarme algunos ahora mismo.

¿Hay idolatría en nuestro contexto evangélico? Tristemente hemos de contestar que sí. ¿Dónde y en qué? Voy a decir unos puntos donde puede haber esto y estoy seguro de que no será en todos los lugares por igual, no obstante seguro que TODOS podremos identificarnos con alguno:

  • Hay idolatría del intelectualismo. Puede sorprender que diga esto, y más quien me conoce de cerca sabe que personalmente me gusta el conocimiento y me encanta poder conversar con personas que saben de cosas que yo no domino para poder aprender todo lo que pueda. ¿Es malo el conocimiento? Rotundamente NO. Lo que es dañino es usar el conocimiento como un instrumento de poder para acallar, silenciar y, frecuentemente, menospreciar a quien no tiene o ha recibido una formación más técnica en las Escrituras poniendo como imprescindibles esos conocimientos para poder edificar, discipular y compartir con otros. Es decir, que muchas veces el intelectualismo deriva en una especie de elitismo. Hay unas personas que son más selectas que las demás debido a sus estudios, su formación y conocimientos en determinados campos y son poco menos que incuestionables cuando hablan, escriben o participan en algún tipo de evento. Muchas veces ocurre que se menciona su formación académica como currículum para impresionar, para reforzar (o incluso como único argumento), para hacer callar a otras personas que no tienen ese tipo de formación o como una forma un tanto encubierta de narcisismo cuando se adoptan títulos como «doctor», «teólogo», o «intelectual». Esto ya pasaba en la época de en la que Jesús estaba en esta tierra (Mateo23:7-11)
  • Hay idolatría por las personas sin estudios «porque eso es evidencia de que el Espíritu Santo obra a través de ellas». Es como una contraposición del punto anterior. Tal vez parezca que no existe, pero lo cierto es que lo hay. Muchas veces se mira con cierto recelo a las personas que han cursado algún año (o varios) de formación teológica, lenguas en las que se escribió la Biblia (hebreo, arameo y griego clásico) como si fuesen especialistas en confundir, ridiculizar o arrebatar miembros de una congregación que, por otra parte, sí que ha ocurrido y ocurre. Genera desconfianza incluso el enviar a personas con potencial a estudiar a o especializarse para ser más eficaces como si eso fuese a significar el recibir estrategias «del mundo». Se rechaza de plano hasta el uso de la palabra «teología» como si eso significase que las personas que rechazan ese uso no hiciesen teología (el significado de la palabra es «la disciplina que estudia el conjunto de conocimientos acerca de Dios, sus atributos y sus perfecciones»). Por no querer aferrarse o manifestar un sesgo o corriente teológica, se puede estar en contra de cualquier tipo de estudio o «porque esto siempre se ha hecho así». Y eso tampoco es sano. Hemos de tener en cuenta lo que le decía Pablo en 1ª Timoteo 4:14-17.
  • Hay idolatría hacia las personas. Y quiero aclarar en este punto que reconocer una labor que se ha realizado o se está realizando no es perjudicial en sí. De hecho, es una exhortación del mismo apóstol Pablo en 1ª Tesalonicenses 5:12. Cuando hablamos de idolatría de hacia las personas es, como hemos visto, una exaltación desmedida. Puede haber exaltación en los mismos apóstoles. Recientemente me escribía un hermano: «Ninguna de las personas que mencionas aquí le llega a la planta de los pies al apóstol Pablo»… Y en mi mente resonaban estas palabras del mismo apóstol: «¿Qué pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor.» (1ª Corintios 3:5) También puede haber exaltación de los denominados «padres de la iglesia» exponiendo que lo que ellos escribieron sientan precedente. Y, nuevamente, he de decir que estas personas han de ser tenidas en cuenta aunque siempre a la luz de las Escrituras. Otra exaltación desmedida puede ser de las personas históricas de la Reforma del siglo XVI. Sin duda han sido personas muy importantes en aquel momento histórico, pero también hemos de ser objetivos al ver que hay cosas muy cuestionables que hicieron y escribieron. No estoy diciendo nada nuevo que cuando alguna persona habla o expone de una manera histórica lo que Lutero escribió acerca de los judíos o de la dictadura que instauró Calvino en Ginebra recibe insultos muy feos, descalificaciones y otras cosas muy fuertes de parte de personas que defienden a estas personas a capa y espada. Exaltación desmedida. Pero viniendo más cerca de nuestra época, ocurre lo mismo por ejemplo con algunas personas que han sido muy importantes en la historia evangélica como son Moody y Spurgeon, Darby y Muller… Por poner unos ejemplos. Y, si nos acercamos a nuestra epoca más reciente, tenemos nombres como Yiye Ávila (entre el movimiento pentecostal), John MacArthur, Paul Washer, Sugel Michelén, Miguel Núñez, David Barceló, Evis Carballosa (entre el movimiento calvinista), Eric Bermejo, Ernesto Trenchard, Timoteo Glasscock, Edmundo Woodford (en el movimiento de las Asambleas de Hermanos), Jose María Martínez, José Grau y Pablo Martínez (entre los bautistas), predicadores más modernos como Lucas Leys, Itiel Arroyo, Álex Sampedro, Andrés Spyker… Estoy poniendo unos pocos ejemplos (hay muchísimos más) y también he de decir que muchos de ellos son o han sido los primeros en exhortar a las personas que tenían a su alrededor a que no pusieran ese énfasis y exaltación desmedida en ellos señalando siempre al Señor. ¿Hay idolatría a las personas en mí? Te hago esta pregunta para que te pruebes a tí mism@..
  • Hay idolatría hacia la música. Este es un tema delicado, aunque no podemos decir que sea fundamental para que una persona llegue a conocer a Dios, sí que es importante en varios aspectos. Os aseguro de que ahora mismo que estoy escribiendo estas líneas estoy escuchando música… Esto os lo pongo como ejemplo de lo importante que es la música para el ser humano y también para otros seres vivos. Disfruto de la música aunque no sé tocar ningún instrumento y también veo a quien tocando un instrumento disfruta el doble porque es su medio de expresarse en que más cómodo se encuentra. En eso nuestro hijo Israel es un buen ejemplo de ello. Y encima, Dios le ha dado un talento con un chorro de voz impresionante que es capaz de dirigir a toda una congregación prácticamente sin micrófono. Como padres le decimos que entrene ese talento natural al máximo para gloria de Dios…. Pero no nos desviemos del tema. El caso es que, dado que la música es muy importante, es tremendamente fácil darle una exaltación o importancia desmedida en nuestras vidas, en nuestras reuniones y en nuestras prioridades. Seguramente no te digo nada nuevo cuando se puede hacer la observación de que los conciertos consiguen atraer a muchas más personas que las reuniones de oración; que hay lugares en los que el «tiempo de alabanza» es el verdadero protagonista del culto y la predicación es limitada por una serie de capsulitas bíblicas; que varias personas iniciaron sus ministerios con la música debido a que tenían talento y en un espacio relativamente corto de tiempo pasaron a ser pastores (¿no tendrá nada que ver con lo populares que han llegado a ser con sus talentos musicales?)… Llegados a este punto, permitidme decir que no creo que Dios sea un Dios estático en cuanto al reparto de dones y/o ministerios, pero me llama poderosamente la atención de que casi se haya hecho una «norma»… ¿Es posible que sea debido a que la música es un elemento muy importante, con mucho gancho entre las personas que sea el camino más «fácil» para conseguir hacerse un nombre y ser de esta manera una persona influyente? Y quiero que conste que no estoy juzgando el corazón de ningún cantante, eso sólo lo puede hacer Dios. Me limito a hacer la pregunta para llamar a la reflexión porque es posible que pongamos tanta atención desmedida en personas que cantan que lo que ellas dicen tiene tanto o más valor que lo que dice la misma palabra de Dios. Personalmente me he encontrado con personas así, de la misma manera que hay fanáticos de fútbol o de baloncesto que actúan de manera irracional, sin objetividad e incluso con violencia verbal hacia quien expone algo, frecuentemente negativo o simplemente no están de acuerdo, de su ídolo reaccionan  de esta manera. ¿No pasa lo mismo con algunos cantantes o grupos de música cristianos? Creo que queda claro que la música es un elemento muy importante en mi vida personal y en la vida de mi familia, sobre todo para mi mujer y nuestro hijo mayor pero hemos de darle el lugar y el valor equilibrado que corresponde
  • Hay idolatría hacia el dinero o las posesiones. Señala la Escritura que la «avaricia es idolatría» (Colosenses 3:5) junto con otras cosas que dice el apóstol que hay que «hacer morir» (literalmente dice «matad») Muchas veces señalamos ejemplos flagrantes como la Iglesia Católica Romana con todo el movimiento financiero que realiza hasta el punto de tener uno de los bancos más solventes del mundo. O organizaciones como la Watchtower de los «testigos de Jehová» que también tienen un movimiento económico notable. O la organización de la central del templo mormón en Salt Lake (Utah, Usa) con todo el complejo entramado económico que también tienen. Todos estos ejemplos son ciertos y verificados. No obstante, hemos de hacer una mirada hacia el movimiento evangélico y vemos casos como el de Guillermo Maldonado (su tristemente célebre y para nada afortunada frase: «¿Donde están mis millones?»), Marcos Witt, y otros menos conocidos, aunque de la misma índole como John MacArthur y su fundación y otros muchos casos. Eso mirando a las personas y casos relevantes, ¿pero qué podríamos decir de nosotros mismos en cuanto al dinero? ¿Preferimos acumular cosas antes que participar de una manera activa en eventos, causas o proyectos que tienen que ver con la obra de Dios? ¿Anteponemos nuestra carrera o la posiblidad de poder involucrarnos de una manera más activa en colaboración con personas que pueden realizar labor evangelística por ejemplo? ¿Hay idolatría en nuestros bolsillos? ¿Estamos haciendo válida la frase sarcástica de que «el bolsillo de un cristiano es lo último que se convierte»?
  • Hay idolatría por la «sana doctrina». Estas dos palabras son el abanderado de algunas denominaciones en particular porque, hay que decirlo directamente, se cree que determinada denominación, sistema teológico es el «correcto» y todos los demás están equivocados. Procedimiento muy sectario por otra parte que ha traído o está trayendo a muchos lugares un sinfín de conductas que generan mucha confusión, abren heridas muy profundas y dañan muy gravemenente el testimonio personal, familiar y eclesial en nuestro entorno y, con el auge de las redes y la comunicación, se propaga mucho más rápido de lo que debería extenderse el Evangelio. Conductas tan malsanas como llegar a expresar que «somos los policías de la Mesa del Señor» para así de una manera arbitraria no partir el pan y tomar el vino con «cualquiera» a veces incluso sin haber estado nunca en un culto de partimiento del pan de las personas en cuestión escudándose en pasajes como 1ª Corintios 10:21 sin observar todo el contexto… Conductas como romper relación con hermanos porque no tienen las mismas ideas que uno o porque no se piensa de la misma manera en todo, no sea que «me haga daño» o que los demás tienen «espíritu contencioso» pasando por alto que el debate, el intercambio de visiones, y pareceres a la luz de las Escrituras era algo habitual en el Nuevo Testamento (ver por ejemplo el llamado «Concilio de Jerusalén», Priscila y Aquila con Apolos, y otros pasajes que nos hablan de intercambio, pero no nos dan el detalle del contenido). Y llevando este tipo de conducta hasta el punto de no saludar por la calle, girar la cabeza haciendo como que no se ve o incluso cruzando la acera no sea que «me contamine»; llegando incluso a no estar en momentos importantes como en el dolor por una muerte o en la alegría como una boda o un nacimiento porque no puedo «tener comunión con esta o aquella persona»… ¿En serio? Repito una frase que publiqué en mis redes: «Si la sana doctrina no es doctrina que sana, no es sana doctrina»

Estos son algunos de los puntos que entiendo que hay esta cuestión a resolver: la idolatría. ¿Hay más cosas? Sí, tal vez podríamos hablar de apatía, o de principios de vida incorrectos, de la falta de perdón, o de la nula restauración… Asuntos que darían para escribir un libro y que también son muy importantes y tristes. Ya os dije que el propósito de este artículo no es únicamente señalar lo mal que está todo. ¿Sabéis por qué? Porque el que escribe estas líneas también ha de batallar con estas y otras cosas debido a que es muy fácil desviarse. Y los desvíos no son por volantazos o brusquedades en la dirección, sino por pequeños grados paulatinos a lo largo del tiempo… Es por eso que la pregunta resuena de nuevo: ¿Qué pasa con nuestro cristianismo?

Ahora bien, tengo una buena noticia que daros: hay solución. ¿Dónde? Os invito a leer Oseas 6:1-3. Este texto es para mostraros que en el Señor hay solución. Especialmente en profundizar en el conocimiento de Dios a través de la relación personal con Él. Eso es de lo que trata este pasaje aquí. Y si vemos el contexto en el cual está escrito el libro de Oseas, todavía es más significativo y con mucho más sentido para nosotros en nuestros días, ¿no crees? Esto es una constante en las Escrituras donde Dios llama constantemente al ser humano a conocerle a Él, de hecho es lo más importante (Jeremías 9:24)

Llegados a estas alturas del artículo, quiero dejaros algunos puntos para tener en cuenta y, sobre todo, poner en práctica de una manera activa. Los primeros están basados en Hechos 2:42 que son como las 4 patas del asiento del cristiano. A continuación daré unos puntos de sugerencias de mi parte que podéis considerarlas o no. Simplemente son para haceros pensar (de eso va este sitio)

  • «Perseveraban en la doctrina de los apóstoles» – La doctrina de los apóstoles principalmente era mostrar que Jesús es el Cristo (mirad el versículo 36 del mismo capítulo). Ese era su punto más importante y debe de ser el nuestro: mostrar a Jesús como el Cristo, el Señor. Muchos mensajes hoy en dia hacia las personas que no han llegado a conocer a Jesús de una manera personal y profunda son de todo menos de esto. Se habla de las cosas que creemos (que se han de tener en cuenta y son muy importantes), se habla de moralidad (que se ha de explicar, pero sobre todo a los creyentes), del pecado (que tiene su lugar, pero a veces la proporción de hablar del pecado y de presentar a Jesús es muy llamativa), de las doctrinas referentes a la Iglesia (muy importante y que se ha de explicar a los creyentes)… Todo esto es muy importante. No obstante, el mensaje principal de los apóstoles era presentar a Jesús como el Cristo y Señor, profundizar en su conocimiento de una manera personal y profunda. Si no me crees, te invito a leer Efesios 3:14-19. La expresión «con todos los santos» es muy significativa.
  • «Perseveraban en la comunión unos con otros» – Un pilar altamente cuestionado en los tiempos actuales de diferentes maneras tal y como hemos visto. Parece que existen más razones para separarse que para andar juntos. Probablemente es fruto de la influencia de la idea del individualismo que durante muchos años ha sido promocionada a todos los niveles para desembocar en hacer solamente lo que «te hace sentir bien»… Quitando toda idea de esfuerzo, de aguante, de poner voluntad. Fijémonos que al inicio del versículo expone que «perseveraban», esta palabra tiene mucho que ver con la voluntad, con la constancia y el hacer frente a las adversidades y dificultades que puede comportar la común- unión. Es una constante en la cartas apostólicas el énfasis que le dan a la comunión de los santos y, especialmente el apóstol Juan, se pone muy radical enlazando este tema con el amor. Herman@s, la comunión es una decisión vital, consciente y activa de la misma manera que el amor es una decisión, no un sentimiento o un decálogo de creencias que hay que cumplir… y si no se cumplen, no se puede tener comunión con la otra persona… Que quede claro que estoy hablando a cristianos, a creyentes. ¿Cuántas veces hemos puesto distancia con otros y no hemos tenido esta constancia que dice aquí?
  • «Perseveraban en el partimiento del pan» – Algo de esto he mencionado más arriba. Si leemos detenidamente 1ª Corintios 11:17-34 vemos que el mensaje principal NO es a no participar sino a SÍ participar correctamente. Y en esto también está implicada la voluntad, la renuncia y el orden. Además que uno de los temas de trasfondo en esta cuestión es el del perdón y la resolución de conflictos o disensiones. Curiosamente, este es un tema que el mismo Maestro trató para introducir por primera vez la palabra iglesia antes de que comenzara (lee todo Mateo 18) ¿Cuántas veces preferimos la distancia, el no partir el pan a resolver asuntos que hacen daño? ¿Cuántas veces permitimos que detalles, que comienzan generalmente siendo pequeños, los usamos como excusa para levantar muros?
  • «Perseveraban en las oraciones» – A mi entender esto habla especialmente de la oración comunitaria, reunión que hoy en día (ya desde hace tiempo) es una de las reuniones con peor asistencia porque no es vista como importante. Y así nos va. ¿No será esta una de las razones principales por la que la Iglesia en general en nuestra cultura occidental está carente de poder y capacidad para llevar a personas a Cristo? Pues mira, es uno de los cuatro pilares en los cuales ponían voluntad estos cristianos primeros. Y, curiosamente, este pasaje habla después de que una gran multitud fuese tocada. Y unos versículos más abajo podemos leer que «el Señor añadía cada día a los que iban siendo salvos» (literalmente). Herman@s, hemos de volver a orar juntos en comunidad y hacer un propósito firme de corazón porque es uno de los pilares de la vida de un cristiano. Dejadme deciros de que, en los muchos momentos que Dios me ha permitido recibir bendiciones que no puedo explicar con palabras muchas de las cuales han sido en reuniones de oración. Particularmente hace años en una campaña de evangelismo en Granada que tuve que llevar a unos hermanos alemanes y pude estar en la reunión en la que se oraba por la campaña. Fue una completa bendición para mí. En otras ocasiones en diferentes campamentos evangelísticos en Piedralaves cuando no podíamos realizar ningún acto por carencia de permisos, íbamos a los lugares que estaban programados para ir y nos dividíamos en pequeños grupos orando por el lugar y la gente. O con un hermano especialmente, Andy Stewart, que oraba (hablaba) con Dios «como quien habla con su compañero» de una manera natural. O con otra hermana de la iglesia de donde provengo, María Laguna, que tenía su «cuarto de guerra» en su mecedora donde pasaba muchas horas orando por los diferentes hermanos y situaciones o cuando le venían preocupaciones por alguna persona en especial…. Dios se la llevó precisamente en esa posición, orando en su mecedora. Permíteme preguntarte: ¿cómo está tu vida de oración? Si yo te preguntara ahora mismo: «¿quieres venir a orar conmigo?», ¿qué me dirías? Pongamos voluntad en esto tan importante

Hasta aquí estos puntos que la Escritura marca de manera muy clara, entiendo yo. Dios es muy claro en lo que dice. Aquí van otras sugerencias:

  • A los ancianos, pastores y obispos – Creo que una de las cuestiones vitales es que debéis de tomaros muy en serio es la responsbilidad del discipulado y cuidado de las personas. Curiosamente la Escritura no habla en ningún momento de organizar las reuniones y sí de velar por las almas, de exhortar, consolar, animar, conducir y cuidar. Otra cuestión muy importante es la oración y el reconocimiento de dones y talentos para potenciarlos y conducirlos para que puedan tener su espacio y desempeño en la obra de Dios tanto en la iglesia como fuera de ella
  • A todos nosotros que seamos como los hermanos de Berea y comprobemos si lo que nos dice cualquier hermano, pastor, predicador o expositor es conforme a lo que ya Dios ha dejado por escrito en la Palabra de Dios. Eso requiere una avidez de leer las Escrituras de manera regular, de estudiar por uno mismo e ir adquiriendo cada vez más ese conocimiento personal de Cristo y de las cosas que forman parte de la voluntad de Dios para tu vida.
  • Creo honestamente que hemos de volver a tener encuentros intereclesiales que tanto enriquecían no hace tanto tiempo. Esta época que nos ha tocado vivir ha sido inculcado de una manera muy efectiva en la mente el temor a estar cerca de la gente como un elemento disuasorio de reunirse, tener contacto y comunión los unos con otros; siendo este un elemento muy importante no sólo en entre los cristianos, sino que es algo común a todos los seres humanos que lo tienen «de serie» lo de vivir en comunidad. Para mí siempre ha sido enriquecedor cuando venían hermanos de otras iglesias o íbamos a otras congregaciones en mi juventud. Hay lecciones y enriquecimiento que de otra manera no podrían darse. Eso es lo que estamos transmitiendo a nuestros hijos. Y en esta parte juega un papel vital la hospitalidad y/o el tiempo fraternal de calidad. No hay más que ver las historias detrás de la «Cortina de Hierro» del hermano Andrés donde notaba muchas veces que los cristianos se sentían aislados y solos muchas veces y era un estímulo increíble saber que hermanos fuera que oraban por ellos y los amaban aún sin haberlos visto nunca…
  • Creo que España especialmente necesita de personas misioneras en cuanto a llevar el Evangelio (que hay mucho campo en nuestro país y fuera de él) pero también se necesitan personas con ministerios itinerantes como tenía David Morse o Samuel Vila, por poner unos ejemplos. Pablo y Bernabé manifestaron ese deseo (Hechos 15:36) justo antes de tener que separarse… Aunque vemos que Bernabé fue usado ya anteriormente cuando los apóstoles lo enviaron a Antioquía (11:23) en aquella obra que comenzaba. Personas que sean un soplo de aire fresco que conduzcan la mirada de las personas al Señor, personas que animen a los creyentes a profundizar en el conocimiento y la relación con Dios, personas (en definitva) que sean un estímulo donde quiera que vayan. Eso tiene unas consecuencias y unas implicaciones en muchos sentidos…. En fin, no quiero profundizar mucho en este tema porque es una visión particular…

Con estos últimos puntos quiero terminar este artículo como un aporte para pensar de cara a final de año que se aproxima para hacer este llamado a la conciencia y pongamos en balance estos pensamientos a la luz de las Escrituras, orando al Señor de la obra y…. ¡poniéndonos en marcha!

Siento haberme extendido un poco….

Aprovecho para desearos a todos los que habéis llegado hasta aquí que Dios os bendiga donde quiera que estéis y que levantemos nuestra mirada hacia 2023 con la certeza de que el Señor está cerca. ¡Maranata!

Sobre el discipulado…

Con David y Margarita Burt en su casa con unos cuantos hermanos

Personalmente creo que el tema del discipulado es un tema bastante mal comprendido en nuestro contexto tanto de la cristiandad como en el evangélico protestante, hablando más concretamente. Y, es algo mal comprendido por varias razones que chocan de lleno en algunas de las cosas que se han asumido como normales en nuestro proceder y en nuestros conceptos porque «hacemos lo que pensamos y pensamos lo que hacemos»… Por tanto es necesario hacer una

DEFINICION

«Discipulado es el acto de discipular, siendo discipular, enseñar, y discípulo quien aprende. Pues la palabra «discípulo» viene del latín discipulus y este de «discere» o (disco) (aprender) o sea el que aprende o que se deja enseñar, es decir, discipular.«

Palabras no mías, sino de un querido hermano en la fe, Gregorio Ramírez.

Pero la pregunta es : ¿Que se ha de enseñar y por tanto aprender? Y la respuesta a esa pregunta está bien clara:

«Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» (Mateo 28:18-20)

Y hay otro texto que es similar:

«Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.» (Marcos 16:15-18)

De esta sencilla instrucción de Jesús se pueden sacar varias conclusiones simples. Una de ellas es que está claro que uno discipula o enseña y uno (o varios) reciben la enseñanza

Ahora bien, llegado a este punto creo que es necesario y pertinente comentar lo que NO es discipular:

  • NO es dar una clase magistral. Se quiere decir con esto que la imagen de profesor no es la que muestran las Escrituras. Eso de impartir conocimientos solamente es algo ajeno totalmente al concepto de discipulado. Aunque, dejadme decir que impartir conocimiento es algo que entra dentro de la tarea del discipulador
  • NO es involucrar en actividades eclesiales, evangelísticas o en reuniones de pastores o cosas por el estilo, aunque pueden tener su lugar.
  • NO es una selección o cuerpo de élite, personas especiales o con potencial. Es muy interesante y significativo que Jesús mandó «haced discípulos». No debería haber diferencia alguna entre un creyente y un discípulo, básicamente porque todo discípulo es un creyente según la Biblia.
  • NO se trata de que una serie de personas especiales son las que pueden discipular y otros no. Ese concepto es totalmente ajeno a lo que Jesús encomendó.
  • NO es que el que discipula enseña una serie de códigos, frases y eso lo tienen que repetir exactamente los que son discipulados. El maestro o discipulador reconoce la individualidad y la personalidad de cada discípulo/a, la valora y la fomenta. No se trata de hacer fotocopias, sino discípulos
  • NO se trata de aprender doctrina o conducta solamente sino de «imitar la fe» (Hebreos 13:7)
  • NO se trata de obediencia sin cuestionar, sino que el verdadero maestro enfocará a sus discípulos constantemente a la autoridad suprema que es nada más y nada menos que la Palabra de Dios.

Una vez considerado esto, que ya daría mucho para tratar y ampliar, vamos a exponer de manera muy breve lo que sí es discipular y las implicaciones que tiene:

  • Discipular implica convivir por un determinado tiempo con el maestro. Te sugiero que leas Marcos 3:13-15. Observad el detalle de lo primero que dice: «para que estuviesen con Él»…
  • Discipular implica enseñar no solamente conocimientos sino también cosas prácticas que, de hecho, es lo más importante. Eso es resultado del punto anterior
  • Discipular es un reto constante para los que son discipulados y para el discipulador porque no se trata de asimilar y ya está, sino de comprobarlo todo con la autoridad suprema. Esto lo vemos por ejemplo en Hechos 17:11
  • Discipular es uno de los dos puntos de lo que conforma la Misión y Comisión de Jesús de los pasajes que he citado al principio
  • Discipular es vital para la iglesia porque es así por diseño de Dios. La adquisición de conocimiento y profundidad teológica no está reñido con el discipulado. El orden, sin embargo, sí es importante y puede tener consecuencias muy serias que hacen mucho daño y dificultan la convivencia, el buen hacer e, incluso, el testimonio personal y comunitario.
  • Discipular abarca todos los aspectos de la vida práctica. Todos hemos de ser discipulados y todos hemos de discipular.
  • Discipular significa invertir tiempo y poner voluntad, disposición y actitud de aprender.. Por parte de los discipulados y los discipuladores.
  • Discipular significa acompañar y también encargar o soltar. Es como un equipamiento, entrenamiento y formación con la parte práctica para ir desempeñando todo lo que uno va aprendiendo y creciendo.

Todo esto es una cuestión muy importante para la iglesia hoy en día (¿alguna vez ha dejado de serlo?) y que ha sido sustituida por la formación académica. Dejadme aclarar que no estoy en contra de la formación académica. Esto es necesario y bueno aunque no debe adquirir el grado de imprescindible que a veces se pretende. Lo que sí es imprescindible es discipular y ser discipulados. Para ello es necesario un cambio de mentalidad, un cambio de estilo de vida o un ajuste para hacer las cosas tal y como Jesús encargó en la Gran Comisión por mucho que nos cueste y sea contrario a lo que hemos vivido o estemos viviendo en nuestro contexto social, cultural y hasta eclesial.

Hasta hace bien poco en todos los oficios hay un poco este concepto de discipulado con enseñanza práctica para poder aprender el oficio que se quería desempeñar o aprender. De hecho, se iba a vivir a casa del maestro oficiante para aprender todo lo que involucraba ese oficio. Por poner un ejemplo de mi profesión: no hace tanto tiempo para ser camionero lo normal era estar un tiempo con una persona veterana que enseñaba el oficio, no solamente la manera de conducir un camión, sino de contabilizar los descansos, de realizar el mantenimiento del vehículo, de tratar a los clientes, de ayudar a los compañeros, de los lugares donde comer y descansar, de las implicaciones familiares y cómo llevarlas… Todos esos elementos que aprendías pasando el tiempo al lado de un veterano que te enseñaban no solamente la manera de conducir sino un estilo de vida. Esto es fácilmente extensible a todos los oficios. Y esto es aplicable en un grado sumamente especial al discipulado de los creyentes, sobre todo de los nuevos creyentes independientemente de su edad física.

Siguiendo con la similitud de los oficios, hay una serie de herramientas que son comunes a todos los que aprenden el oficio (ese «kit» básico imprescindible) que es necesario. Pero no solamente es necesario tenerlo, sino aprender a usarlo. Eso es precisamente lo que es vital para la vida cristiana. Por eso es muy importante llevarlo a cabo.

¿Cuáles son las herramientas necesarias para ser discipulados o para discipular? De eso hablaremos en el próximo artículo…

¿A quién enviaré? (continuación..)

«La Gran Comisión es más que un llamado a dejar el lugar donde estamos e ir a algún otro sitio. Por supuesto, hay una gran necesidad de que la gente vaya, pero es más necesario que cada uno de nosotros tomemos nuestra responsabilidad para que la iglesia responda a la Gran Comisión; y estar involucrado permanentemente en ello, sin importar cuál es nuestra función. «

George Verwer, «Sal de tu comodidad y gana al mundo»

Con esta introducción, que comparto plenamente con el autor mencionado, es que me gustaría continuar de una manera específica para poner sobre la mesa unos casos prácticos para que nos sirvan de ejemplo, nos alienten, nos estimulen y, sobre todo, nos hagan pensar…

  • Ora – Y cuando digo esto me refiero a ir pasando de cosas generales a temas más específicos. Orar por la misión en general o, como decíamos en el anterior artículo, orar para que el SEñor envíe obreros a su mies es de las primeras cosas que Dios usa para abrir nuestros ojos y extender nuestra mirada al campo tan basto que tenemos por delante. Paulatinamente es muy probable que el Señor vaya poniendo delante casos, países o regiones específicas por los cuales ir orando de una manera más concreta. ¿No te pone nada delante? Sigue orando. Tal vez seas de esas columnas de oración que tanto se necesiten en el campo misionero
  • Investiga – Si ya tienes un sitio, país o región por el cual orar, sería bueno que hicieses un poco de investigación sobre cosas de ese lugar, país o región como el índice demográfico, la moneda, el idioma, costumbres y otras cosas que puedan resultar interesantes sobre todo como un medio de indentificación. Jesús mismo se hizo un ser humano, caminó entre las personas, tuvo que pasar por crecimiento en estatura y sabiduría, pasó hambre, frío y tuvo sueño…. Eso nos habla de identificación. Por otra parte te puede ayudar a entender la mentalidad de las personas, su forma de actuar y, ya sea que Dios te use allí o no, puede ser una herramienta para tratar a personas de allí.
  • Habla con misioneros o pastores – Eso es algo que hoy en día con las herramientas de comunicación que disponemos es mucho más fácil que nunca. Puedes preguntarles por la obra que están realizando donde se encuentran, pedirles motivos de oración y así poder orar con más conocimiento.
  • Comparte tus inquietudes — Esto es algo vital para poder encontrar personas que puedan orar juntamente contigo. Dios puede tocar su corazón y usarte como «despertador» para que otros se comiencen a plantear algo tan serio como la misión y comisión que nos dejó Jesús. Comparte tus inquietudes con las personas que están a cargo en la iglesia donde te congregas para que te orienten y te participen de su visión. Esto es sano aunque no piensen exactamente como tú. Esto es un buen ejercicio que puede evitar que te muevas únicamente por tu percepción, por tus emociones o por tu criterio personal. Te contaría mi experiencia haciendo esto…. Pero lo dejaremos para otro día
  • Si te sale a la mano, viaja a algún país o región para observar – Esto te ayudará a ver, a identificarte con las personas, a entender su modo de vida. Aquí es muy recomendable viajar para estar con algún misionero o familia misionera para poder compartir su visión, ayudar y experimentar de cerca lo que es el campo misionero. Vive entre los nativos, come su comida, duerme en sus viviendas. Entre otras cosas, eso fue lo que Jesús hizo de una manera superlativa.
  • Ofrenda – Siempre que sepas de alguna necesidad especial y puedas colaborar, aunque sea de manera esporádica, con un envío de dinero a necesidades especiales u objetivos concretos. Esto lo he podido experimentar de una manera increíble. Lo principal es que puedas tener alguna referencia de alguien que conozca la obra en cuestión, el misioner@ y su labor. Con toda la tecnología que hay hoy también abundan las personas que son aprovechadas y, aunque ellas darán cuenta de lo que hacen más pronto o más tarde, tenemos principios en las Escrituras con los cuales regirnos a la hora de usar lo que Dios nos da. Uno de estos principios es el de las referencias.

En fin, estas son algunas sugerencias que te dejo en el día de hoy porque creo sinceramente que hemos de adquirir la visión misional que tenían Jesús y los apóstoles de una manera urgente y necesaria.

Si quieres hablar acerca de ello o tienes más sugerencias o quieres compartir tu experiencia en la misión, puedes ponerte en contacto con toda confianza.

¡Dios te bendiga!

¿A quién enviaré?

Últimamente me estoy planteando muchas cosas en mi vida personal, en nuestra vida familiar y, como es lógico, eso también afecta al ámbito eclesial. Así que me dispongo a escribir volcando estos pensamientos y reflexiones que tal vez tengan un tono fuertemente interpelativo… Así que, aclaro, si te sientes interpelado, confrontado o sacudido (lo digo tanto para los hermanos como para las hermanas) piensa que es algo que me está ocurriendo a mí en primer lugar.

Supongo que habrás notado que el título sale de una escena totalmente impresionante en el libro de Isaías en el capítulo 6. Te invito a que lo leas entero para disfrutar de todo su contexto. Correctamente sabemos que el sentido más profundo de esta pregunta y la respuesta que da el profeta tiene un sentido más pleno y total si entendemos que el Señor Jesús respondió a esa pregunta antes de la fundación del mundo. No obstante, también es verdad que Isaías respondió a esa pregunta después de tener esa visión de Dios, de ser purificado y, entonces y sólo entonces, el Señor hace esa pregunta y obtiene esa respuesta de labios del profeta: «Heme aquí, envíame a mí». Generalmente en conferencias y talleres que tratan sobre la misión y la obra misionera se dice que los creyentes en general oran: «heme aquí, envialo a él o a  ella». Triste, pero cierto. Oramos a Dios intentando ser lo más bíblicos posibles y pedimos que «envíe obreros a su mies», pero nunca nos planteamos que tal vez Dios quiere que seamos nosotros esos obreros. Oramos para que Dios levante evangelistas con poder, pero nunca nos planteamos hablar del Evangelio a nadie, ya no digamos enfocar nuestra vida de esta manera. Oramos y oramos…. y nos quedamos en nuestros sitios, con nuestros trabajos, en nuestras casas con calefacción, con nuestros ordenadores, nuestras rutinas y nuestro entorno controlado donde nos sentimos seguros, cómodos y tranquilos.

Paralelamente a esto, entre tanto interés renovado por la Escatología por lo que está aconteciendo en el mundo a nivel global, se habla mucho acerca de las cartas a las iglesias de los capítulos 2 al 3 de Apocalipsis. Y, un comentario que escucho mucho es: «todos somos Laodicea».  Al margen de las cuestiones de interpretación de los pasajes, y de este en concreto también, hay una lección muy clara con respecto a esta iglesia y es el acomodamiento, la comodidad y el conformismo. Si leemos el pasaje veremos con total claridad que a Dios le disgusta eso enormemente.

Lo cierto es que la realidad que vivimos, al menos en España, es que se tiene poca o nula mentalidad misional. Este era uno de los comentarios del hermano que vino al último campamento de iglesia que tuvimos recientemente Arturo Murillo, por cierto un mexicano. Y tiene toda la razón. España ha recibido y todavía recibe a personas misioneras porque todavía hay muchos lugares sin ninguna clase de testimonio. Y lo peor de todo es que muy pocas personas tienen alguna inquietud acerca de esto.

Ahora bien, recientemente hice una publicación en mis redes haciendo la pregunta a todos mis contactos en la fe acerca de cuál es la misión que Jesús encomendó. Como era lógico, contestaron pocas personas. No obstante, hubo un apunte muy bueno de un hermano que voy a citar con permiso del autor:

«La llaman Comisión o Misión, más es otro mandamiento, o mejor dicho, conjunto de mandatos o mandamientos (pues se incluyen varios) más de los muchos que dio Jesús a lo largo de su vida:

“Por tanto, id (Orden, Imperativo, mandato..), y haced discípulos (Orden, Imperativo, mandato, ..) a todas las naciones, bautizándolos (Orden, Imperativo, Mandato…), en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles (Orden, Imperativo, Mandato,..) que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
‭‭Mateo‬ ‭28.

Por lo que no es sólo hacer hijos de Dios, por todo el mundo, y bautizarlos, sino también y sobre todo enseñar que deben cumplir los mandatos o mandamientos dados por Jesús (…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he MANDADO. Termino derivado de Mandar, y de ahí lo de mandamientos). Por lo que lo que llaman la Gran Comisión no acaba cuando las personas creen y se bautizan, sino que ahí empieza. Porque no se trata de que Dios quiera tener hijos; se trata de que Dios desea tener, no cualquiera clase de hijos, sino hijos semejantes a Cristo, a saber, obedientes a Dios, a saber, que guardan o cumplen sus mandamientos (mandatos).

Por lo que la labor Pastoral, de la Escuela Dominical, de la enseñanza de unos con otros, y en general de todos forma parte de lo que llaman la Gran comisión, y no solo lo que llaman obra Misionera y/o Evangelistica, que es lo que usualmente se cree.

Es decir, si tú vas por ahí predicando, pero luego abandonas a su suerte a esos nuevos hermanos, sin preocuparte de su posterior cuidado y formación o enseñanza cristiana, de su crecimiento en obediencia, que dura, pues toda la vida, pues entonces no estás cumpliendo la Gran Comisión. Porque tener un hijo no es sólo cuestión de una noche loca de pasión…………………por el Evangelio. Tener un hijo es dedicarle toda tu vida, en alma completa, para cuidarle, educarle y hacerle un hombre como debe ser. Y los que somos padres lo sabemos. E igual Dios, que también es Padre.» (G.R. Ramírez, citado y adaptado con permiso)

Aquí es donde nos hace mucha pupa el Señor, tal y como enfatiza el hermano, en el mandamiento y los verbos imperativos. Lo mismo que el pasaje de Isaías: «¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Jesús no nos dio el ejemplo a distancia, sino que vino a hacerse un ser humano y de esta manera enseñó, con palabras y con actos (hechos) dejándonos ejemplo «para que sigáis Sus pisadas»… Esto señala el apóstol Pedro.

Ah, pero estamos muy cómodos en nuestras casas, con nuestros planes de jubilación, con nuestros trabajos estables (los que lo tienen) y viendo cómo pasan los años. Y de esta manera también vamos enseñando a nuestros hijos explicándoles que han de mirar por sus carreras, que han de estudiar lo máximo posible (no tengo nada en contra de esto), que deben tener esta visión de futuro…. Luego cuando llegamos a pasajes como «Buscad las cosas de arriba… «(Colosenses 3) decimos que las cosas de arriba son las profundidades de las Escrituras…. (¿¿En serio??)

El resultado de todo esto, como he mencionado de pasada, es que en la iglesia evangélica en España (hablo en general) no hay un interés por la misión. Es más, personas que se han dedicado a la obra o han sido misioneros, sus descendientes ni quieren oír hablar de ello, prefiriendo la acomodación y vivir sin sobresaltos económicos y algo más. Se piensa que el llamado misionero es para unos pocos (algo locos incluso) cuando hay herramientas para poder trabajar a distancia (que no es lo mismo, permitidme decir)…

Con esto no estoy pretendiendo que TODOS salgamos a la obra o que TODOS salgamos de misioneros. NO. Eso, a parte de ser imposible, es ilógico y contra lo que Dios muestra en las Escrituras. De la misma manera que nos muestra la Biblia la ilustración de lo que es la Iglesia tomando ejemplo de una casa o de un cuerpo para ilustrar la variedad de miembros y la diversidad de materiales pero, a la vez, la gran conjunción, sintonía e interdependencia entre ellos.

Lo que me fascina e inquieta a la vez es encontrarme a personas que jamás en sus vidas se han planteado involucrarse, no en la obra misionera, sino en nada que tenga un atisbo de compromiso, implicación, dedicación y renuncia que todo eso conlleva. Entienden que no es a eso a lo que Dios los ha llamado y se pasan la vida haciendo cosas que no son malas en sí mismas, pero que no cruzan esa línea invisible que pueda indicar que se ha pasado la línea que y se haya hecho un gramo más de compromiso, no sea que seamos esas personas a las que Dios llama y empieza a cargar de responsabilidades y nos vaya pidiendo más y más….

Lo cierto es que el Señor Jesús nos encargó una Misión. Una misión tiene un objetivo muy claro. También tiene una fecha límite de actuación. Sabemos que cuando partamos para estar en Su presencia o venga a por Su Iglesia esta misión se habrá acabado pero mientras tanto, la misión sigue vigente y urgente. Así que, si realmente hemos creído, estamos implicados en todo esto y nos lo hemos de plantear y actuar en consecuencia.

Hermano, hermana, permíteme preguntarte: ¿Te has parado a pensar qué quiere Dios de ti en esto?

Pastores, ancianos y responsables de iglesias os pregunto muy directamente: ¿vuestras congregaciones tienen una implicación misional de una manera concreta?

Sé que quedan puntos por tratar porque los aspectos son muy amplios. Eso lo trataremos en el próximo artículo…

El Olvidado

«Mas el Consolador, el Espíritu Santo….»

Juan 14:26

Al ignorar o negar la deidad de Cristo, los liberales han cometido un trágico error, porque no les deja nada más que un Cristo imperfecto cuya muerte fue un simple martirio y cuya resurrección es un mito. Los que siguen a un mero Salvador humano no siguen a ningún Salvador real, sino solo a un ideal, y además uno que no puede hacer nada más que burlarse de las debilidades y de los pecados de quienes les siguen. Si el hijo de María no era el Hijo de Dios en un sentido en qu eno lo es ningún otro hombre, la raza humana ya no puede tener esperanza. Si aquel que se llamó «la luz del mundo» no fue más que una antorcha vacilante, la oscuridad que rodea el mundo ha llegado para quedarse. Los llamados líderes cristianos se encogen de hombros, pero su responsabilidad hacia las almas de su grey no se puede eliminar con un mero encogimiento. Dios les pasará cuentas por el daño que han hecho a las personas sencillas que confiaron en ellos como guías espirituales.

Sin embargo, por muy culpable que sea el acto de los liberales cuando niegan la deidad de Cristo, nosotros, que nos enorgullecemos de nuestra ortodoxia, no debemos permitir que nuestra indignación nos imida ver nuestros propios errores. Sin duda no vivimos en un momento en que podamos felicitarnos, porque también nosotros, en los últimos años, hemos cometido un costoso error en la religión, un error equiparable estrechamente al de los liberales. Nuestro error (o podemos ser sinceros y llamarle «pecado»?)ha sido descuidar la la doctrina del Espíritu hasta un punto en que prácticamente le negamos su lugar en la Trinidad. Esta negación no se ha plasmado en una afirmación doctrinal abierta, porque en lo relativo a nuestros dogmas de fe nos hemos aferrado con bastante fuerza a la postura bíbica. Nuestro credo formal es sólido; el problema radica en nuestro credo práctico.

No es una distinción sin importancia. Una doctrina solo tiene valor práctico siempre que sea prominente en nuestro pensamiento y suponga una diferencia en nuestras vidas. Según este baremo, la doctrina del Espíritu Santo tal como la sostienen hoy en día los cristianos evangélicos casi no tiene valor práctico. En la mayoría de iglesias cristianas, el Espíritu apenas se tiene en cuenta. No supone ninguna diferencia real si está presente o ausente. Se hace una referencia breve a Él en la Doxología y en la Bendición. Aparte de eso, es como si no existiera. Le ignoramos hasta tal punto que si nos llamamos trinitarios, es solo por educación. La doctrina cristiana de la Trinidad afirma osadamente la igualdad de las tres Personas y el derecho que tiene el Espíritu Santo a ser adorado y glorificado. Todo lo que no esté a esa altura no es trinitarismo.

Nuestro descuido de la doctrina de la bendita tercera Persona ha tenido y tiene consecuencias graves. Y es que la doctrina es como dinamita; antes de liberar su poder debe tener el énfasis suficientemente agudo como para detonarla. Si no es así,puede aguardar en silencio en un rincón de nuestras mentes durante toda nuestra vida, sin producir efecto alguno. La doctrina del Espíritu es dinamita enterrada. Su poder espera que la Iglesia lo descubra y lo utilice. El poder del Espíritu no se concederá a la aceptación cursi de una verdad pneumatológica. Al Espíritu Santo no le importa en absoluto si le incluimos en nuestro credo al final de nuestros himnarios; espera nuestro énfasis. Cuando se introduzca en el pensamiento de los maestros, llegará a las expectativas de los oyentes. Cuando el Espíritu Santo deje de ser secundario y vuelva a ser fundamental, el pueblo que se llama «cristiano» volverá a afirmar su poder.

El concepto del Espíritu sostenido por el miembro medio de cualquier iglesia es tan difuso que prácticamente no existe. Cuando piensa en el tema, es probable que intente imaginar una sustancia nebulosa, como una nubecilla de humo invisible que, se nos dice, está presente en las iglesias y se cierne sobre las buenas personas cuando se están muriendo. Francamente, alguna de esas personas o cree nada de eso, pero quiere creer en algo y, como no se ve a la altura de la tarea que supone examinar toda la verdad a la luz de las Escrituras, llega a un acuerdo aceptando la creencia en el Espíritu en un lugar tan distante del centro de su vida como sea posible, sin permitir que suponga diferencia alguna para nada de lo que afecte en el terreno práctico. Esto describe a un número sorprendentemente alto de personas sinceras que procuran de corazón ser cristianos.

Ahora bien, ¿cómo hemos de pensar en el Espíritu? Una respuesta completa exigiría una docena de tomos. Como mucho, solo podemos señalar a la «unción de la gracia celestial», y esperar que el propio deseo del lector proporcione el estímulo necesario para inducirle a conocer a la bendita tercera Persona por sí mismo.

Si entiendo correctamente el registro de la experiencia cristiana a través de los años, quienes disfrutaron en mayor medida del poder del Espíritu son quienes menos tuvieron que decir de Él mediante una definición formal. el santo bíblico que caminaba en el Espíritu nunca intentó explicarlo. En las épocas postbíblicas, muchos que fueron llenos del Espíritu y dominados por Él no pudieron, debido a las limitaciones de su talento literario, decirnos mucho sobre su Persona. No tenían el don del autoanálisis, sino que vivieron con una sencillez arente de crítica. Para ellos, el Espíritu, era alguien a quien amar y con quien tener comunión, como se tiene con el propio Señor Jesús. Se habrían perdido completamente en cualquier debate metafísico sobre la naturaleza del Espíritu, pero no tuvieron ningún problema para reclamar el poder del Espíritu para llevar una vida santa y tener un servicio fructífero.

Esto es como debería ser. En la vida real, la experiencia personal debe ser siempre lo primero. Lo más importante es que experimentemos la realidad usando el método más corto y directo. Un niño puede tomar alimentos nutritivos sin saber nada de química ni de dietética. Un muchacho campesino puede disfrutar el deleite del amor puro sin haber oído hablar en su vida de Sigmun Freud o de Havelock Ellis. El conocimiento es por descripción, y el primero no presupone el segundo ni lo exige.

En el entorno de la religión, más que en cualquier otro campo de la experiencia humana, debemos hacer siempre una distinción clara entre saber sobre y conocer. La distinción es la misma que hay entre saber cosas sobre los alimentos o comerlos. Un hombre puede saberlo todo sobre el pan y aún así morirse de hambre, y un hombre puede estar espiritualmente muerto aunque conozca todos los datos históricos sobre el cristianismo. «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios veerdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3). Solo tenemos que modificar un verbo de este versículo para entender la enorme diferencia que existe entre saber sobre algo y conocer algo. «Y esta es la vida eterna: que sepan de ti, el único Dios verdadero, y de Jesucristo, a quien has enviado». Esta simple modificación marca la gran diferencia entre la vida y la muerte, porque llega hasta la misma raíz del versículo y altera su teología de una forma tan radical como vital.

A pesar de eso, no queremos subestimar la importancia que tiene saber cosas sobre algo. Su valor radica en su capacidad de provocarnos el deseo de conocerlo por propia experiencia. Así, el conocimiento por descripción puede llevar al conocimiento por experiencia. Digo que puede llevar, pero no necesariamente. Es decir, no nos atrevamos a llegar a la conclusión de que, por el mero hecho de aprender cosas sobre el Espíritu, lo conocemos. El conocimiento del Espíritu solo llega cuando tenemos un encuentro personal con el propio Espíritu Santo.

¿Qué podemos pensar del Espíritu? La propia palabra espíritu nos dice muchas cosas. «Espíritu» significa un ser que existe en un nivel superior a la materia y más allá de la misma; supone una vida que se sustenta en otro plano. Un espíritu es una sustancia que no tiene peso, ni dimensión, ni tamaño, ni extensión en el espacio. Estas cualidades pertenecen a la materia, y no son aplicables al espíritu. Sin embargo, el espíritu tiene un ser auténtico y es objetivamente real. Si te cuesta imaginar esto, puedes pasarlo por alto, porque en el fondo no es más que un pobre intento de la mente por entender lo que escapa a su capacidad. Y no pasa nada si al pensar en el Espíritu nos vemos atrapados por las limitaciones de nuestro intelecto para revestirle con las imágenes familiares de las formas materiales.

¿Qué podemos pensar del Espíritu? La Biblia y la teología cristiana están de acuerdo en que es una Persona, dotada de todos los rasgos de la personalidad, como emociones, intelecto y voluntad. Sabe, desea, ama; siente afecto, antipatía y compasión. Piensa, ve, escucha, habla y realiza cualquier acto del que es capaz la personalidad.

Una de las cualidades del Espíritu Santo, que tiene un gran interés y una enorme importancia para todos los corazones que le buscan, es la penetrabilidad. Puede penetrar en la materia, como el cuerpo humano; puede penetrar en la mente; puede penetrar en otro espíritu como es el humano. Puede realizar una compenetración perfecta con el espíritu humano y relacionarse con él. Puede invadir el corazón humano y hacer espacio para sí mismo sin expulsar nada que sea esencialmente humano. La integridad de la personalidad humana queda intacta. Lo único que se ve obligado a retirarse es el mal moral.

El poblema metafísico que esto conlleva no se puede ni eludir ni resolver. ¿Cómo puede entrar una personalidad en otra? La respuesta sincera sería admitir simplemente, que no lo sabemos, pero un enfoque aproximado para comprenderlo puede ser una sencilla analogía que tomamos prestada de los escritores de antiguos devocionales de hace cientos de años. Ponemos un trozo de hierro en el fuego y avivamos los rescoldos. Al principio tenemos dos sustancias diferentes, hierro y fuego. Cuando insertamos el hierro en el fuego, este penetra en las llamas. Pronto el fuego empieza a penetrar en el hierro, y no solo tenemos el hierro en el fuego sino también el fuego en el hierro. Son dos sustancias distintas, pero se han mezclado y compenetrado hasta tal punto que ambas se vuelven una sola.

De una manera parecida, el Esíritu Santo penetra en nuestros espíritus. Durante toda la experiencia seguimos siendo quienes somos; no se produce la destrucción de nuestra sustancia. Ambos participantes siguen siendo entes separados, como antes; la diferencia es que ahora el Espíritu penetra en nuestra personalidad, llenándola, y mediante la experiencia somos uno con Dios.

¿Qué podemos pensar del Espíritu Santo? La Biblia declara que es Dios.Se le atribuye libremente todo rasgo propio del Todopoderoso. Dice que el Espíritu es todo lo que es Dios. El Espíritu de Dios es uno con Dios e igual a Él, de la misma manera que el espíritu del hombre es igual a él y uno con él. Esta verdad se enseña en las Escrituras tantas veces que, sin perjuicio para el argumento, podemos omitir la formalidad de los pasajes de prueba. Incluso la lectura más superficial nos revelará esto.

La Iglesia histoórica, cuando formuló su «norma de fe», incluyó osadamente en su confesión la creencia en la deidad del Espíritu Santo. El Credo de los Apóstoles da testimonio de la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y no hace diferencias entre ellos. Los padres que redactaron el Credo de Nicea testificaron, en un pasaje de gran belleza de su fe, en la deidad del Espíritu Santo:

Y creo en el Espíritu Santo,
Señor y Dador de vida,
procedente del Padre y del Hijo,
el cual, con el Padre y el Hijo,
juntamente es adorado y glorificado.

La controversia arriana del siglo IV obligó a los padres de la Iglesia a afirmar sus creencias con mayor claridad que antes. Entre los escritos importantes que aparecieron en esa época se encuentra el Credo de Atanasio. Para nosotros no tiene mucha importancia quién lo escribió. Fue redactado como un intento de establecer, en tan pocas palabras como fuera posible, qué enseña la biblia sobre la naturaleza de Dios; y lo hace con una amplitud y una precisión que no encuentra muchos equivalentes en la literatura del mundo. Veamos unas pocas citas relativas a la deidad del Espíritu Santo:

«Porque una es la persona del Padre y el Hijo, y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad… Y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de tal manera que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad de la Trinidad que la Trinidad en la unidad»

En su himnología sacra, la Iglesia ha admitido libremente la deidad del Espíritu, y en sus cánticos inspirados le ha adorado con una intensidad gozosa. Algunos de nuestros himnos sobre el Espíritu se han vuelto tan familiares que tendemos a pasar por alto su verdadero significado, debido precisamente a esta familiaridad. Uno de esos himnos es «Santo Esíritu con luz divina»; otro es el más reciente «Ven sobre mí, aliento de Dios»; y hay muchos otros. Lo han cantado con tanta frecuencia personas que no han tenido un conocimiento experiencial de su contenido que, para la mayoría de nosotros, se han vuelto casi frases sin sentido.

En las obras poéticas de Frederick Faber he encontrado un himno dedicado al Espíritu Santo que yo considero digno de figurar entre los mejores jamás escritos pero, por lo que sé hasta ahora, no se lo ha adaptado a ninguna melodía, o si se ha hecho, no se canta en ninguna de las iglesias que conozco. ¿Podría deberse a que encarna una experiencia personal del Espíritu Santo tan profunda, tan íntima, tan ardiente, que no encuentra eco en los corazones de los adoradores del movimiento evangélico moderno? Voy a citar tres estrofas:

¡Fuente de amor! ¡Dios verdadero!
¡Quien a través de las eras
de Padre y de Hijo ha fluido
de manera increada!

¡Te temo, amor no engendrado!
¡Dios verdadero, única Fuente de gracia!
Y ahora, ante tu trono bendito,
Mi "yo" pecador humillo

¡Oh, luz! ¡Oh, amor! ¡Oh, Dios mío!
Contemplar ya no me atrevo
tus sublimes atributos
y de tu vida el misterio

Estos versos tienen todo lo necesario para ser un gran himno: una teología sólida, una estructura rimada, una belleza lírica, la comprensión elevada de ideas profundas y una carga completa de sentimiento religioso. Sin embargo, nadie los recuerda. Creo que un resurgimiento poderoso del poder del Espíritu entre nosotros abrirá los pozos de la himnología que hace mucho se olvidaron. Y es que el cántico nunca puede traer al Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo invariablemente trae el cántico.

Lo que tenemos en la doctrina cristiana del Espíritu Santo es la deidad presente entre nosotros. No es solo el mensajero de Dios; es Dios. Es Dios en contacto con sus criaturas, haciendo una obra salvadora y renovadora en ellas y entre ellas.

Para la pregunta reverente «¿Cómo es Dios?», la respuesta correcta será: «Es como Cristo». Porque Cristo es Dios, y el Hombre que caminó entre los hombres en Palestina era Dios que actuaba como Él mismo en aquella circunstancia familiar en la que le puso su encarnación. Para la pregunta «¿Cómo es el Espíritu?», la respuesta siempre debe ser: «Es como Cristo». Porque el Espíritu es la esencia del Padre y del Hijo. Él es como ellos son. Lo que sentimos por Cristo y por nuestro Padre que está en los cielos es lo mismo que debemos sentir por el Espíritu del Padre y del Hijo.

El Espíritu Santo es el Espíritu de vida, de luz y de amor. Por su naturaleza increada es un océano ilimitado de fuego, que fluye, que siempre está en movimiento, que obra mientras cumple los propoósitos eternos de Dios. Hacia la naturaleza realiza un tipo de obra, hace el mundo otro y hacia la Iglesia otro distinto. Y cada uno de sus actos encaja con la voluntad del Dios trino. Nunca actúa por impulso, nunca lo hace tras tomar una decisión rápida o arbitraria. Dado que el Espíritu del Padre, siente exactamente lo mismo que este por su pueblo, de modo que por nuestra parte no debemos sentir ninguna extrañeza en su presencia. Siempre actuará como Jesús: hacia los pecadores con compasión, hacia los santos con un afecto cálido, hacia el sufrimiento humano con la piedad y el amor más tiernos.

Es hora de que nos arrepintamos, porque nuestras transgresiones contra la bendita tercera Persona han sido muchas y graves. Le hemos maltratado amargamente en la casa de sus amigos. Le hemos crucificado en su propio templo, como crucificaron al Hijo eterno en la colina sobre Jerusalén. Y los clavos que usamos no fueron de hierro, sino de esa materia más sutil y preciosa con la que se hace la vida humana. De nuestros corazones extrajimos los materiales refinados de la voluntad, el sentimiento y el pensamiento, y con ellos forjamos los clavos de la sospecha, la rebelión y el olvido. Durante días y días sin fin le entristecimos y le apagamos mediante nuestros pensamientos indignos y nuestra actitud hostil hacia Él.

El arrepentimiento más verdadero y aceptable consiste en invertir los actos y las actitudes de los que nos arrepentimos. Pasar mil años con remordimientos por un acto no complacerá tanto a Dios como un cambio de conducta y una vida reformada. «Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7).

La mejor manera de arrepentirnos de nuestra negligencia es dejar de pasarle por alto. Empecemos a pensar en el Espíritu Santo como alguien a quien hay que adorar y obedecer. Abramos todas las puertas e invitémosle a entrar. Entreguemos a Él todas las habitaciones del templo de nuestras corazones, e insistamos en que entre y ocupe su lugar como Señor y Dueño de su propia casa. Y recordemos que se siente tan atraído por el dulce nombre de Jesús como las abejas por el aroma que desprende el trébol. Se moverá libremente, complacido y sintiéndose como en casa en todos los lugares en que se glorifique a Cristo.

A.W. Tozer (1897-1963) empezó su búsqueda incesante de Dios a la edad de 17 años, después de escuchar las palabras de un predicador en una calle de Akron, Ohio. Tozer fue pastor, escritor y editor autodidacta, y sus mensajes poderosos siguen conmoviendo hoy los corazones y despertando las almas de los creyentes. Fue autor de más de 40 libros, entre ellos Diseñados para adorar, Fe auténtica, Fe más allá de la razón y La verdadera vida cristiana.

¿Cuál es el ministerio más difícil?

Algunos de vosotros os habéis sentido preguntados por un servidor con la pregunta que está puesta como título. Os agradezco a todos los que habéis querido contestar y participar de vuestras respuestas, inquietudes y pensamientos. ¡Es algo estimulante!

No obstante, permitidme presentaros cuál es mi opinión y respuesta personal a esta pregunta con su debida argumentación…. Os adelanto que no pretendo tener la razón ni dar lecciones a nadie en cuanto a esto. Simplemente es una percepción personal basado en la observación de las Escrituras, de diferentes experiencias por parte de otros hermanos y propias….

Personalmente pienso que el ministerio más difícil, complicado de ejercer y con una carga que muchas veces trasciende la realidad personal de quien lo ejerce es el de profeta con el don de profecia. Y, sí, ya sé que en seguida saldrán hermanos y hermanas muy celosos de las Escrituras que me dirán que el don de profecía ya ha pasado como tal y me ofrecerán las dos perspectivas bíblicas como son la del Estado Eterno y la del Canon Completado para reforzar este argumento. Aclaro que no es mi propósito discutir estas dos posturas en este espacio, sino que el propósito es otro bien diferente.

Si hacemos un recorrido fácil por la Biblia vemos que los profetas estuvieron desde muy temprano porque lo que hacían era comunicar la palabra de Dios. Eso implicaba que muchas veces anunciaban cosas que iban a suceder en un futuro más o menos inmediato, pero también implicaba escuchar a Dios para comunicar un mensaje concreto a una persona o grupo de personas que se acercaban a consultar a Dios. De hecho tenemos el mismo ejemplo de Moisés al que el pueblo pidió que escuchara la voz de Dios directamente y que luego se lo comunicara al pueblo. Esto se encuentra en Éxodo 20:18-20. Y por esa misma razón es a través de Moisés que Dios establece la base para distinguir a un profeta que habla de parte de Dios y a un profeta que habla de palabra propia. Esto lo puedes leer aquí.

Pero no solamente anunciaban cosas del futuro, sino también eran un instrumento en las manos de Dios que muchas veces lo que hacían era decir y exponer al pueblo y también a los que estaban en autoridad, tanto a nivel religioso como político, de las cosas que no se hacían bien o cómo se debían de conducir las personas con un llamado constante a situar a Dios en su debido lugar, importancia y consideración.

¿A quién exponían estos mensajes los profetas? Pues la verdad es que vemos una variedad de destinatarios:

  • Reyes (tanto judíos como gentiles)
  • Sacerdotes y guías espirituales
  • Todo el pueblo de Dios, tanto del reino del Norte como del reino de Judá
  • Naciones vecinas
  • Personas individuales de distintos contextos.

Todo esto generaba una serie de situaciones que normalmente no era plato de gusto para los mismos profetas porque les acarreaba una serie de dificultades tanto a nivel personal, como a nivel familiar y en medio de sus respectivas comunidades. No hay más que leer lo que dejó escrito el profeta Jeremías de todo lo que le suponía a nivel personal con unas luchas tremendas.

Cuando llegamos al Nuevo Testamento, después de todo un capítulo donde el apóstol Pablo está tratando cosas muy importantes que afectan a la vida eclesial habla sobre este tema donde hay tanto debate como es el tema de los dones espirituales, llegamos al 1ª Corintios 14;1 «Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis«. ¿No resulta sorprendente? Era el anhelo del apóstol para los hermanos en Corinto y estoy convencido de que sería su anhelo para el día de hoy.

Sin embargo, al igual que en los días de los profetas, este tipo de ministerio (que esa palabra significa «servir bajo la autoridad de otro») no es muy tenido en cuenta ni mucho menos valorado y también pocos lo hacen con la excelencia que debería de caracterizar a alguien que realiza tal labor según los cánones de las Escrituras. Vuelvo a decir que el sentido más amplio de la figura de un profeta o de alguien que profetiza es que da un mensaje de Dios a una persona, a un grupo de personas o a una nación. La diferencia entre los profetas de hoy en día y los de antaño es que los que nos encontramos en la era actual tenemos el privilegio de la revelación escrita de la Palabra de Dios. Los profetas bíblicos no tenían esta revelación escrita, por lo que Dios transmitía mensajes directamente a una persona para que fuese esa persona la portadora del mensaje. De eso nos atestigua el comienzo de la epístola a los Hebreos cuando dice: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo» (1:1-2). Hay como un cambio grande aquí que nos anuncia un cierre de una etapa muy importante de la Historia donde Dios hablaba directamente con el ser humano de «muchas maneras».

Ahora, ¿eso quiere decir que Dios no puede hablar directamente con una persona para mostrarle algo o darle un mensaje para sí mismo, para otra persona o para un grupo de personas determinado? Personalmente no sería tan atrevido de limitar a Dios en este sentido. Todo lo contrario. Creo personalmente que esto es más necesario que nunca. Lo que ocurre es que muchas veces tenemos el concepto de que el ministerio profético debe de ser un tanto sensacionalista al anunciar cosas un tanto espectaculares o novedosas. No es esto lo que observo. O al menos no sólo es esto. Vamos a resumir un poco con unos puntos a ver si podemos hacernos una idea más clara

  • Tiene un mensaje para comunicar a una persona, a un grupo o a una nación
  • Se atreve a decir cosas que otras personas callan, tal vez porque temen las consecuencias. El profeta también las teme, pero es el mismo Dios el que lo impulsa
  • A consecuencia de lo anterior, generalmente esto provoca una lucha interna muy fuerte
  • Los mensajes generalmente son un llamado o un clamor a volverse a Dios, a retomar la senda correcta o a tomar cierta dirección.

Es por todo lo anterior que digo que me parece el ministerio más difícil porque involucra hablar, señalar y saber de antemano que muchas veces eso traerá problemas, dolor, desprecios y reacciones que no gustan. A nadie le gusta esto.

Ahora bien y, como conclusión, hemos de tener en cuenta de que hoy en día tenemos revelación escrita (la Biblia, la Palabra de Dios) y cualquier profeta debe de tener en cuenta de que ninguna «profecía» o mensaje debe contradecir el mensaje escritural de la Biblia. Esa era una advertencia común de los apóstoles….

Espero vuestros comentarios y opiniones. ¡Dios os bendiga!

El arte de comunicarse

Si hay algo que le encanta al que escribe estas líneas es la posibilidad de comunicarse con los demás. Es algo que disfruto poder hablar, poder escribir intercambiando ideas, opiniones o simplemente mantener el contacto. ¡Eso es estimulante, enriquecedor y retante al mismo tiempo!

En los tiempos que corren nos ha tocado vivir cosas que han dificultado grandemente la capacidad de comunicarse. Al menos en mi caso personal. Lo que sigue a continuación es una recopilación de cosas para que podáis haceros una idea de lo que me ocurre y tal vez os ayude a entender mejor algunas de mis reacciones. El propósito de este artículo tan personal no es ni dar pena, ni que se me vea diferente, ni nada de eso…

En primer lugar he de deciros que convivo desde que nací con un problema de oído a causa de una negligencia médica. Doy muchas gracias a Dios por los médicos y todo el personal sanitario porque sé de primera mano que son personas capaces de hacer cosas que ni siquiera pensamos. Estar en un quirófano es algo que personalmente no podría hacer (por ejemplo), o diagnosticar, intervenir con celeridad y acierto en determinadas situaciones de urgencia o accidentes. No obstante, en mi caso personal hace ya unos años no atendieron a mi madre cuando estaba para dar a luz porque «era primeriza» y eso provocó sufrimiento fetal que afectó a mi oído derecho. Tengo la oreja, pero no el oído por ese lado. Tengo claro que es algo que Dios permitió que ocurriera aunque os puedo decir que han habido momentos duros y difíciles de llevar.

Eso de tener un oído solamente ha hecho que tenga mis temporadas mejor en cuanto a audición y mis temporadas que ha sido más complicado de llevar. Sin embargo, hay una de las cosas que ha hecho que pudiese desarrollar cosas por supervivencia para poder comunicarme con más normalidad. Por ejemplo: aprendí completamente solo y de manera natural a leer los labios para ayudarme en la comunicación. Surge sin más. En los tiempos que vivimos actualmente podéis llegar a haceros una idea de lo que supone el uso de mascarillas actualmente. No estoy queriendo entrar en polémicas con nadie, simplemente digo lo que me ha supuesto y me sigue suponiendo. Es un esfuerzo extra que tengo que hacer para entender a la gente…

Por otra parte, esto me ha llevado a fijarme de manera especial en la pronunciación de las palabras, en la vocalización y, por supuesto, en la entonación. Disfruto muchísimo escuchando a personas hablando, dando discursos o conferencias. A parte de mirar y estudiar su línea argumental, observo su entonación, las pausas, las diferentes velocidades… En dos palabras: la retórica y la apologética. Eso me ha llevado a intentar comunicarme con claridad y vocalización buscando que a todo el mundo le sea fácil entenderme. Algo que todo el mundo debería de procurar para que el escuchar, asimilar y analizar sea fácil y sin esfuerzo extra.

Todo esto hace que me gusten los debates, el intercambio de opiniones o el tratar temas muy variados. Observo que en los canales de televisión y de radio es algo que se va perdiendo. Da la sensación de que el que alza más la voz, el que interrumpe más veces o es más faltón o soez es el que tiene razón cuando sabemos de sobra que no es así.  Los que me conocen personalmente o han tenido contacto de alguna manera conmigo, saben que me gusta hablar y tratar todo tipo de cosas. Amig@s míos podrán decir que literalmente hemos tenido debates, conversaciones o intercambio de opiniones por horas de conversación. Y siempre se aprende algo a fuerza de hablar, compartir e intercambiar con los demás.

Hoy en día, parece que se escape de todo ello. El intercambio de opiniones, visiones o simplemente de conversar es algo que brilla por su ausencia en muchas ocasiones. Más bien cada un@ va a soltar lo suyo sin parar a considerar de verdad a quien está al otro lado. Eso NO es una conversación ni un diálogo…. más bien es un monólogo. Y, llegados a este punto, no estoy señalando la capacidad de hablar solamente sino también la de escuchar.  Es vital.

Cuando alguien habla es importante que los demás consideren importante lo que tiene que decir, o al menos, tengan por digna a la persona que está por hablar. Esto me recuerda algo que llevo tiempo dándole vueltas:

«Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Hebreos 1:1‭-‬2)

Como decía antes, si somos coherentes, hemos de considerar y poner atención cuando alguien habla. Otra razón es tener en cuenta la dignidad y el prestigio o reconocimiento de la persona que habla. Un ejemplo que pongo muchas veces es cuando hablo con compañeros de profesión más veteranos que comentan sus experiencias con el camión. El oficio ha cambiado mucho con el paso del tiempo (cosa normal) pero siempre se aprende de la acumulación de experiencia.

Me llama la atención en el texto bíblico que os he citado de que Dios ha hablado «muchas veces» y «de muchas maneras» para continuar diciendo que en última instancia nos ha hablado por «el Hijo», es decir por medio de Jesús. Y lo que más me llama la atención es de que muchas personas no escuchan de primera mano lo que Jesús dijo, lo que hizo, cómo vivió y cuál es el mensaje que venía a traer. Y más cuando hoy en día es muy fácil acceder cada un@ directamente a ello a través de la Biblia o de las aplicaciones móviles para poder leerla directamente y sin intermediarios. Me llama la atención de que se escucha a los que hablan acerca de Jesús, que no está mal en sí mismo, más que escuchar o leer directamente lo que Jesús dijo. Y lo que más me llama la atención es que, en general, no se quiere saber sino que se rechaza de plano «a priori»… Es decir, para cualquier figura o personaje que mínimamente haya influenciado en la humanidad, se suele decir que hay que conocer sus palabras, sus vidas o su biografía (eso, como mínimo…) mientras que eso no se realiza con todo lo que tiene que ver con la Biblia o con Dios.

Si Dios ha hablado, debe de tener algo importante que decir. Y, si somos honestos y coherentes, debemos escucharlo directamente. ¿Lo has hecho?

Terminando ya, si quieres hablar acerca de cualquier tema, intercambiar opiniones, compartir acerca de cuestiones (espirituales o no) nos tienes a tu disposición desde este espacio de El Rincón de Pensar por los diferentes canales en las redes sociales, correo electrónico y cualquier otro medio que tienes a tu disposición. Se te va a escuchar sin escándalos, sin juzgar y con privacidad, pero siendo sinceros y honestos. Si buscas esto, este es tu espacio. Seas quien seas, creas lo que creas y pienses como pienses.

¡Dios te bendiga!