Últimamente me estoy planteando muchas cosas en mi vida personal, en nuestra vida familiar y, como es lógico, eso también afecta al ámbito eclesial. Así que me dispongo a escribir volcando estos pensamientos y reflexiones que tal vez tengan un tono fuertemente interpelativo… Así que, aclaro, si te sientes interpelado, confrontado o sacudido (lo digo tanto para los hermanos como para las hermanas) piensa que es algo que me está ocurriendo a mí en primer lugar.
Supongo que habrás notado que el título sale de una escena totalmente impresionante en el libro de Isaías en el capítulo 6. Te invito a que lo leas entero para disfrutar de todo su contexto. Correctamente sabemos que el sentido más profundo de esta pregunta y la respuesta que da el profeta tiene un sentido más pleno y total si entendemos que el Señor Jesús respondió a esa pregunta antes de la fundación del mundo. No obstante, también es verdad que Isaías respondió a esa pregunta después de tener esa visión de Dios, de ser purificado y, entonces y sólo entonces, el Señor hace esa pregunta y obtiene esa respuesta de labios del profeta: «Heme aquí, envíame a mí». Generalmente en conferencias y talleres que tratan sobre la misión y la obra misionera se dice que los creyentes en general oran: «heme aquí, envialo a él o a ella». Triste, pero cierto. Oramos a Dios intentando ser lo más bíblicos posibles y pedimos que «envíe obreros a su mies», pero nunca nos planteamos que tal vez Dios quiere que seamos nosotros esos obreros. Oramos para que Dios levante evangelistas con poder, pero nunca nos planteamos hablar del Evangelio a nadie, ya no digamos enfocar nuestra vida de esta manera. Oramos y oramos…. y nos quedamos en nuestros sitios, con nuestros trabajos, en nuestras casas con calefacción, con nuestros ordenadores, nuestras rutinas y nuestro entorno controlado donde nos sentimos seguros, cómodos y tranquilos.
Paralelamente a esto, entre tanto interés renovado por la Escatología por lo que está aconteciendo en el mundo a nivel global, se habla mucho acerca de las cartas a las iglesias de los capítulos 2 al 3 de Apocalipsis. Y, un comentario que escucho mucho es: «todos somos Laodicea». Al margen de las cuestiones de interpretación de los pasajes, y de este en concreto también, hay una lección muy clara con respecto a esta iglesia y es el acomodamiento, la comodidad y el conformismo. Si leemos el pasaje veremos con total claridad que a Dios le disgusta eso enormemente.
Lo cierto es que la realidad que vivimos, al menos en España, es que se tiene poca o nula mentalidad misional. Este era uno de los comentarios del hermano que vino al último campamento de iglesia que tuvimos recientemente Arturo Murillo, por cierto un mexicano. Y tiene toda la razón. España ha recibido y todavía recibe a personas misioneras porque todavía hay muchos lugares sin ninguna clase de testimonio. Y lo peor de todo es que muy pocas personas tienen alguna inquietud acerca de esto.
Ahora bien, recientemente hice una publicación en mis redes haciendo la pregunta a todos mis contactos en la fe acerca de cuál es la misión que Jesús encomendó. Como era lógico, contestaron pocas personas. No obstante, hubo un apunte muy bueno de un hermano que voy a citar con permiso del autor:
«La llaman Comisión o Misión, más es otro mandamiento, o mejor dicho, conjunto de mandatos o mandamientos (pues se incluyen varios) más de los muchos que dio Jesús a lo largo de su vida:
“Por tanto, id (Orden, Imperativo, mandato..), y haced discípulos (Orden, Imperativo, mandato, ..) a todas las naciones, bautizándolos (Orden, Imperativo, Mandato…), en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles (Orden, Imperativo, Mandato,..) que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Mateo 28.
Por lo que no es sólo hacer hijos de Dios, por todo el mundo, y bautizarlos, sino también y sobre todo enseñar que deben cumplir los mandatos o mandamientos dados por Jesús (…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he MANDADO. Termino derivado de Mandar, y de ahí lo de mandamientos). Por lo que lo que llaman la Gran Comisión no acaba cuando las personas creen y se bautizan, sino que ahí empieza. Porque no se trata de que Dios quiera tener hijos; se trata de que Dios desea tener, no cualquiera clase de hijos, sino hijos semejantes a Cristo, a saber, obedientes a Dios, a saber, que guardan o cumplen sus mandamientos (mandatos).
Por lo que la labor Pastoral, de la Escuela Dominical, de la enseñanza de unos con otros, y en general de todos forma parte de lo que llaman la Gran comisión, y no solo lo que llaman obra Misionera y/o Evangelistica, que es lo que usualmente se cree.
Es decir, si tú vas por ahí predicando, pero luego abandonas a su suerte a esos nuevos hermanos, sin preocuparte de su posterior cuidado y formación o enseñanza cristiana, de su crecimiento en obediencia, que dura, pues toda la vida, pues entonces no estás cumpliendo la Gran Comisión. Porque tener un hijo no es sólo cuestión de una noche loca de pasión…………………por el Evangelio. Tener un hijo es dedicarle toda tu vida, en alma completa, para cuidarle, educarle y hacerle un hombre como debe ser. Y los que somos padres lo sabemos. E igual Dios, que también es Padre.» (G.R. Ramírez, citado y adaptado con permiso)
Aquí es donde nos hace mucha pupa el Señor, tal y como enfatiza el hermano, en el mandamiento y los verbos imperativos. Lo mismo que el pasaje de Isaías: «¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Jesús no nos dio el ejemplo a distancia, sino que vino a hacerse un ser humano y de esta manera enseñó, con palabras y con actos (hechos) dejándonos ejemplo «para que sigáis Sus pisadas»… Esto señala el apóstol Pedro.
Ah, pero estamos muy cómodos en nuestras casas, con nuestros planes de jubilación, con nuestros trabajos estables (los que lo tienen) y viendo cómo pasan los años. Y de esta manera también vamos enseñando a nuestros hijos explicándoles que han de mirar por sus carreras, que han de estudiar lo máximo posible (no tengo nada en contra de esto), que deben tener esta visión de futuro…. Luego cuando llegamos a pasajes como «Buscad las cosas de arriba… «(Colosenses 3) decimos que las cosas de arriba son las profundidades de las Escrituras…. (¿¿En serio??)
El resultado de todo esto, como he mencionado de pasada, es que en la iglesia evangélica en España (hablo en general) no hay un interés por la misión. Es más, personas que se han dedicado a la obra o han sido misioneros, sus descendientes ni quieren oír hablar de ello, prefiriendo la acomodación y vivir sin sobresaltos económicos y algo más. Se piensa que el llamado misionero es para unos pocos (algo locos incluso) cuando hay herramientas para poder trabajar a distancia (que no es lo mismo, permitidme decir)…
Con esto no estoy pretendiendo que TODOS salgamos a la obra o que TODOS salgamos de misioneros. NO. Eso, a parte de ser imposible, es ilógico y contra lo que Dios muestra en las Escrituras. De la misma manera que nos muestra la Biblia la ilustración de lo que es la Iglesia tomando ejemplo de una casa o de un cuerpo para ilustrar la variedad de miembros y la diversidad de materiales pero, a la vez, la gran conjunción, sintonía e interdependencia entre ellos.
Lo que me fascina e inquieta a la vez es encontrarme a personas que jamás en sus vidas se han planteado involucrarse, no en la obra misionera, sino en nada que tenga un atisbo de compromiso, implicación, dedicación y renuncia que todo eso conlleva. Entienden que no es a eso a lo que Dios los ha llamado y se pasan la vida haciendo cosas que no son malas en sí mismas, pero que no cruzan esa línea invisible que pueda indicar que se ha pasado la línea que y se haya hecho un gramo más de compromiso, no sea que seamos esas personas a las que Dios llama y empieza a cargar de responsabilidades y nos vaya pidiendo más y más….
Lo cierto es que el Señor Jesús nos encargó una Misión. Una misión tiene un objetivo muy claro. También tiene una fecha límite de actuación. Sabemos que cuando partamos para estar en Su presencia o venga a por Su Iglesia esta misión se habrá acabado pero mientras tanto, la misión sigue vigente y urgente. Así que, si realmente hemos creído, estamos implicados en todo esto y nos lo hemos de plantear y actuar en consecuencia.
Hermano, hermana, permíteme preguntarte: ¿Te has parado a pensar qué quiere Dios de ti en esto?
Pastores, ancianos y responsables de iglesias os pregunto muy directamente: ¿vuestras congregaciones tienen una implicación misional de una manera concreta?
Sé que quedan puntos por tratar porque los aspectos son muy amplios. Eso lo trataremos en el próximo artículo…
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