Una de las cosas que personalmente me tocó experimentar con respecto a la vida cristiana es que, al menos en mi caso, no se enseñaba de una manera práctica a usar todos los recursos que podemos usar para profundizar nuestra relación con Dios, para ser de mayor edificación y estímulo a nuestros hermanos en la fe y para ser más eficaces a la hora de compartir con personas que no conocen a Dios que nos rodean e interactuamos a diario.
Hoy quiero compartir los tres elementos que son claves para mantener una correcta salud espiritual en tu vida que son válidos para todo creyente. Probablemente no te voy a decir algo nuevo o impresionante, no obstante estoy completamente convencido que hemos de refrescar nuestro concepto de espiritualidad porque es trascendental para los tiempos que nos tocan vivir y para beneficio nuestro y también para las siguientes generaciones.
Comenzaré diciendo que, básicamente, las tres maneras de incrementar nuestra relación, crecimiento y profundidad en nuestra relación con Dios son:
La lectura o audición de la Palabra de Dios – Ambas son muy necesarias. Las dos. Supongo que alguien puede argumentar que la lectura es lo mejor pues no es lo mismo leer que oír… Permíteme contestar: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Romanos 10:17). Con esto quiero reafirmar que ambas son necesarias. Leer te permite ejercitar la memoria fotográfica que todos tenemos (unos más y otros menos) y te ayuda a interiorizar lo que Dios dice. El escuchar la Palabra de Dios leída, también ejercitamos algo muy importante que es la capacidad para escuchar a otros. En un ejercicio que deberíamos hacer todos porque actualmente observamos (a mí me pasa también, no creas que soy mejor que tú) que no hay mucha paciencia para escuchar con calma a otros. Te he citado este versículo porque, sorprendentemente, no habla de llegar a ejercer la fe por la lectura, sino por el oír o escuchar. De hecho, en las sinagogas se iba a escuchar la lectura de la Torá, un ejercicio habitual que creo que deberíamos considerar de manera seria extendiéndolo a toda la Palabra de Dios. Así que nos puede ayudar tener alguna aplicación de la Biblia que podamos escuchar en diferentes ocasiones mientras caminamos por la calle, si en nuestro trabajo lo podemos compatibilizar (en mi profesión en los desplazamientos, por ejemplo) o apartar un tiempo deliberadamente para escuchar la Palabra de Dios. Leer también es muy importante y hoy en día tenemos la posibilidad de llevarla a todas partes en nuestros teléfonos o celulares inteligentes. Lanzo la pregunta: ¿cuántas veces tenemos unos minutos libres y, en vez de aprovechar para hacer la lectura de la Palabra de Dios, estamos leyendo otras cosas (que no son malas en sí mismas) pero que nos quitan las oportunidades de reforzar nuestra vida espiritual? Te confieso que es una batalla en mi propia vida.
La meditación de la Palabra de Dios – Esto requiere que sea intencional. Se ha de decidir, se ha de planificar, se ha de apartar ese tiempo para estar ante Dios mismo. Y hemos de cortar cualquier intento de estorbo para ese tiempo, porque habrá esa batalla. El teléfono, el correo electrónico, los niños, tu mujer o tu marido, tus compañeros de trabajo o de clase, un sinfín de cosas que, curiosamente, intentarán interferir para llamar nuestra atención y desviarnos de la cita que hemos de tener con Dios. Hemos de tener esa decisión firme de encontrarnos con Él. Ahora bien, en mi juventud escuchaba y leía acerca del llamado «tiempo devocional» o, como he mencionado, la meditación de la Palabra de Dios… pero nadie te explicaba prácticamente cómo hacerlo. Es por esa razón que he grabado un pequeño vídeo altamente práctico con algunas sugerencias que puedes ver aquí.
El estudio de la Palabra de Dios – Seguramente pensarás que voy a decir que esto también ha de ser intencional. ¡Y tienes razón! La diferencia con la meditación es que esto es más profundo y requiere de una dedicación personal, de un método de estudio y de un análisis. Para todo estudio hay una serie de herramientas indispensable que se ha de tener para poder desempeñar de manera efectiva y con el objetivo correcto en el propósito del mismo. Conviene señalar aquí que esto es lo que se denomina comúnmente teología, del griego theos (dios) y logos (estudio), con lo que el propósito y objetivo es conocer a Dios más profundamente desde algo experimental personal. «Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: enentendermeyconocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová» (Jeremías 9:24). ¿Cuáles son estas herramientas indispensables? Permitidme dejaros con la intriga hasta la siguiente parte de esta serie. solamente queda decir que el tipo de estudio puede ser sistemático (de un libro de la Biblia concreto o un grupo de libros), temático (de un tema concreto mirando lo que dice Dios a lo largo de la Biblia) o concreto (de un pasaje o sección de la Biblia específico). A lo largo de esta serie iremos viendo cada uno de ellos para poder usar el que mejor vaya a cada quien.
Ahora bien, este artículo va enfocado sobre todo al tiempo devocional. Lo del tiempo del estudio bíblico lo veremos más adelante. Se trata de ir aprendiendo poco a poco. No obstante te voy a dejar unas preguntas de referencia para que puedas tenerlas como guía:
¿Hay un pecado que confesar y apartar de mi vida?
¿Hay una promesa para creer y con la cual alentarme?
¿Hay un buen ejemplo que seguir o imitar?
¿Hay un mandamiento que obedecer?
¿Hay un mal ejemplo, un tropiezo o un error del cual debo guardarme y evitar?
¿Hay una oración para repetir o imitar?
¿Hay un pensamiento acerca de Dios o un atributo de Dios para apreciar?
Es el deseo de mi corazón de que realices este tiempo especial tú a solas con Dios para que te enamores completamente de Él y puedas experimentar de manera personal que quiere trabajar directamente contigo. Puedes comenzar con Proverbios (tiene 31 capítulos, un capítulo para cada día del mes), con los Salmos, o con el Evangelio de Juan… Hay muchas sugerencias para poder realizar. ¡Lo importante es que lo hagas!
Para motivarte, te animo a que me comentes cómo te va y qué te parecen estas pautas
Al ignorar o negar la deidad de Cristo, los liberales han cometido un trágico error, porque no les deja nada más que un Cristo imperfecto cuya muerte fue un simple martirio y cuya resurrección es un mito. Los que siguen a un mero Salvador humano no siguen a ningún Salvador real, sino solo a un ideal, y además uno que no puede hacer nada más que burlarse de las debilidades y de los pecados de quienes les siguen. Si el hijo de María no era el Hijo de Dios en un sentido en qu eno lo es ningún otro hombre, la raza humana ya no puede tener esperanza. Si aquel que se llamó «la luz del mundo» no fue más que una antorcha vacilante, la oscuridad que rodea el mundo ha llegado para quedarse. Los llamados líderes cristianos se encogen de hombros, pero su responsabilidad hacia las almas de su grey no se puede eliminar con un mero encogimiento. Dios les pasará cuentas por el daño que han hecho a las personas sencillas que confiaron en ellos como guías espirituales.
Sin embargo, por muy culpable que sea el acto de los liberales cuando niegan la deidad de Cristo, nosotros, que nos enorgullecemos de nuestra ortodoxia, no debemos permitir que nuestra indignación nos imida ver nuestros propios errores. Sin duda no vivimos en un momento en que podamos felicitarnos, porque también nosotros, en los últimos años, hemos cometido un costoso error en la religión, un error equiparable estrechamente al de los liberales. Nuestro error (o podemos ser sinceros y llamarle «pecado»?)ha sido descuidar la la doctrina del Espíritu hasta un punto en que prácticamente le negamos su lugar en la Trinidad. Esta negación no se ha plasmado en una afirmación doctrinal abierta, porque en lo relativo a nuestros dogmas de fe nos hemos aferrado con bastante fuerza a la postura bíbica. Nuestro credo formal es sólido; el problema radica en nuestro credo práctico.
No es una distinción sin importancia. Una doctrina solo tiene valor práctico siempre que sea prominente en nuestro pensamiento y suponga una diferencia en nuestras vidas. Según este baremo, la doctrina del Espíritu Santo tal como la sostienen hoy en día los cristianos evangélicos casi no tiene valor práctico. En la mayoría de iglesias cristianas, el Espíritu apenas se tiene en cuenta. No supone ninguna diferencia real si está presente o ausente. Se hace una referencia breve a Él en la Doxología y en la Bendición. Aparte de eso, es como si no existiera. Le ignoramos hasta tal punto que si nos llamamos trinitarios, es solo por educación. La doctrina cristiana de la Trinidad afirma osadamente la igualdad de las tres Personas y el derecho que tiene el Espíritu Santo a ser adorado y glorificado. Todo lo que no esté a esa altura no es trinitarismo.
Nuestro descuido de la doctrina de la bendita tercera Persona ha tenido y tiene consecuencias graves. Y es que la doctrina es como dinamita; antes de liberar su poder debe tener el énfasis suficientemente agudo como para detonarla. Si no es así,puede aguardar en silencio en un rincón de nuestras mentes durante toda nuestra vida, sin producir efecto alguno. La doctrina del Espíritu es dinamita enterrada. Su poder espera que la Iglesia lo descubra y lo utilice. El poder del Espíritu no se concederá a la aceptación cursi de una verdad pneumatológica. Al Espíritu Santo no le importa en absoluto si le incluimos en nuestro credo al final de nuestros himnarios; espera nuestro énfasis. Cuando se introduzca en el pensamiento de los maestros, llegará a las expectativas de los oyentes. Cuando el Espíritu Santo deje de ser secundario y vuelva a ser fundamental, el pueblo que se llama «cristiano» volverá a afirmar su poder.
El concepto del Espíritu sostenido por el miembro medio de cualquier iglesia es tan difuso que prácticamente no existe. Cuando piensa en el tema, es probable que intente imaginar una sustancia nebulosa, como una nubecilla de humo invisible que, se nos dice, está presente en las iglesias y se cierne sobre las buenas personas cuando se están muriendo. Francamente, alguna de esas personas o cree nada de eso, pero quiere creer en algo y, como no se ve a la altura de la tarea que supone examinar toda la verdad a la luz de las Escrituras, llega a un acuerdo aceptando la creencia en el Espíritu en un lugar tan distante del centro de su vida como sea posible, sin permitir que suponga diferencia alguna para nada de lo que afecte en el terreno práctico. Esto describe a un número sorprendentemente alto de personas sinceras que procuran de corazón ser cristianos.
Ahora bien, ¿cómo hemos de pensar en el Espíritu? Una respuesta completa exigiría una docena de tomos. Como mucho, solo podemos señalar a la «unción de la gracia celestial», y esperar que el propio deseo del lector proporcione el estímulo necesario para inducirle a conocer a la bendita tercera Persona por sí mismo.
Si entiendo correctamente el registro de la experiencia cristiana a través de los años, quienes disfrutaron en mayor medida del poder del Espíritu son quienes menos tuvieron que decir de Él mediante una definición formal. el santo bíblico que caminaba en el Espíritu nunca intentó explicarlo. En las épocas postbíblicas, muchos que fueron llenos del Espíritu y dominados por Él no pudieron, debido a las limitaciones de su talento literario, decirnos mucho sobre su Persona. No tenían el don del autoanálisis, sino que vivieron con una sencillez arente de crítica. Para ellos, el Espíritu, era alguien a quien amar y con quien tener comunión, como se tiene con el propio Señor Jesús. Se habrían perdido completamente en cualquier debate metafísico sobre la naturaleza del Espíritu, pero no tuvieron ningún problema para reclamar el poder del Espíritu para llevar una vida santa y tener un servicio fructífero.
Esto es como debería ser. En la vida real, la experiencia personal debe ser siempre lo primero. Lo más importante es que experimentemos la realidad usando el método más corto y directo. Un niño puede tomar alimentos nutritivos sin saber nada de química ni de dietética. Un muchacho campesino puede disfrutar el deleite del amor puro sin haber oído hablar en su vida de Sigmun Freud o de Havelock Ellis. El conocimiento es por descripción, y el primero no presupone el segundo ni lo exige.
En el entorno de la religión, más que en cualquier otro campo de la experiencia humana, debemos hacer siempre una distinción clara entre saber sobre y conocer. La distinción es la misma que hay entre saber cosas sobre los alimentos o comerlos. Un hombre puede saberlo todo sobre el pan y aún así morirse de hambre, y un hombre puede estar espiritualmente muerto aunque conozca todos los datos históricos sobre el cristianismo. «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios veerdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3). Solo tenemos que modificar un verbo de este versículo para entender la enorme diferencia que existe entre saber sobre algo y conocer algo. «Y esta es la vida eterna: que sepan de ti, el único Dios verdadero, y de Jesucristo, a quien has enviado». Esta simple modificación marca la gran diferencia entre la vida y la muerte, porque llega hasta la misma raíz del versículo y altera su teología de una forma tan radical como vital.
A pesar de eso, no queremos subestimar la importancia que tiene saber cosas sobre algo. Su valor radica en su capacidad de provocarnos el deseo de conocerlo por propia experiencia. Así, el conocimiento por descripción puede llevar al conocimiento por experiencia. Digo que puede llevar, pero no necesariamente. Es decir, no nos atrevamos a llegar a la conclusión de que, por el mero hecho de aprender cosas sobre el Espíritu, lo conocemos. El conocimiento del Espíritu solo llega cuando tenemos un encuentro personal con el propio Espíritu Santo.
¿Qué podemos pensar del Espíritu? La propia palabra espíritu nos dice muchas cosas. «Espíritu» significa un ser que existe en un nivel superior a la materia y más allá de la misma; supone una vida que se sustenta en otro plano. Un espíritu es una sustancia que no tiene peso, ni dimensión, ni tamaño, ni extensión en el espacio. Estas cualidades pertenecen a la materia, y no son aplicables al espíritu. Sin embargo, el espíritu tiene un ser auténtico y es objetivamente real. Si te cuesta imaginar esto, puedes pasarlo por alto, porque en el fondo no es más que un pobre intento de la mente por entender lo que escapa a su capacidad. Y no pasa nada si al pensar en el Espíritu nos vemos atrapados por las limitaciones de nuestro intelecto para revestirle con las imágenes familiares de las formas materiales.
¿Qué podemos pensar del Espíritu? La Biblia y la teología cristiana están de acuerdo en que es una Persona, dotada de todos los rasgos de la personalidad, como emociones, intelecto y voluntad. Sabe, desea, ama; siente afecto, antipatía y compasión. Piensa, ve, escucha, habla y realiza cualquier acto del que es capaz la personalidad.
Una de las cualidades del Espíritu Santo, que tiene un gran interés y una enorme importancia para todos los corazones que le buscan, es la penetrabilidad. Puede penetrar en la materia, como el cuerpo humano; puede penetrar en la mente; puede penetrar en otro espíritu como es el humano. Puede realizar una compenetración perfecta con el espíritu humano y relacionarse con él. Puede invadir el corazón humano y hacer espacio para sí mismo sin expulsar nada que sea esencialmente humano. La integridad de la personalidad humana queda intacta. Lo único que se ve obligado a retirarse es el mal moral.
El poblema metafísico que esto conlleva no se puede ni eludir ni resolver. ¿Cómo puede entrar una personalidad en otra? La respuesta sincera sería admitir simplemente, que no lo sabemos, pero un enfoque aproximado para comprenderlo puede ser una sencilla analogía que tomamos prestada de los escritores de antiguos devocionales de hace cientos de años. Ponemos un trozo de hierro en el fuego y avivamos los rescoldos. Al principio tenemos dos sustancias diferentes, hierro y fuego. Cuando insertamos el hierro en el fuego, este penetra en las llamas. Pronto el fuego empieza a penetrar en el hierro, y no solo tenemos el hierro en el fuego sino también el fuego en el hierro. Son dos sustancias distintas, pero se han mezclado y compenetrado hasta tal punto que ambas se vuelven una sola.
De una manera parecida, el Esíritu Santo penetra en nuestros espíritus. Durante toda la experiencia seguimos siendo quienes somos; no se produce la destrucción de nuestra sustancia. Ambos participantes siguen siendo entes separados, como antes; la diferencia es que ahora el Espíritu penetra en nuestra personalidad, llenándola, y mediante la experiencia somos uno con Dios.
¿Qué podemos pensar del Espíritu Santo? La Biblia declara que es Dios.Se le atribuye libremente todo rasgo propio del Todopoderoso. Dice que el Espíritu es todo lo que es Dios. El Espíritu de Dios es uno con Dios e igual a Él, de la misma manera que el espíritu del hombre es igual a él y uno con él. Esta verdad se enseña en las Escrituras tantas veces que, sin perjuicio para el argumento, podemos omitir la formalidad de los pasajes de prueba. Incluso la lectura más superficial nos revelará esto.
La Iglesia histoórica, cuando formuló su «norma de fe», incluyó osadamente en su confesión la creencia en la deidad del Espíritu Santo. El Credo de los Apóstoles da testimonio de la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y no hace diferencias entre ellos. Los padres que redactaron el Credo de Nicea testificaron, en un pasaje de gran belleza de su fe, en la deidad del Espíritu Santo:
Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del Padre y del Hijo, el cual, con el Padre y el Hijo, juntamente es adorado y glorificado.
La controversia arriana del siglo IV obligó a los padres de la Iglesia a afirmar sus creencias con mayor claridad que antes. Entre los escritos importantes que aparecieron en esa época se encuentra el Credo de Atanasio. Para nosotros no tiene mucha importancia quién lo escribió. Fue redactado como un intento de establecer, en tan pocas palabras como fuera posible, qué enseña la biblia sobre la naturaleza de Dios; y lo hace con una amplitud y una precisión que no encuentra muchos equivalentes en la literatura del mundo. Veamos unas pocas citas relativas a la deidad del Espíritu Santo:
«Porque una es la persona del Padre y el Hijo, y otra (también) la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad… Y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coiguales, de tal manera que, como antes se ha dicho, en todo hay que venerar lo mismo la unidad de la Trinidad que la Trinidad en la unidad»
En su himnología sacra, la Iglesia ha admitido libremente la deidad del Espíritu, y en sus cánticos inspirados le ha adorado con una intensidad gozosa. Algunos de nuestros himnos sobre el Espíritu se han vuelto tan familiares que tendemos a pasar por alto su verdadero significado, debido precisamente a esta familiaridad. Uno de esos himnos es «Santo Esíritu con luz divina»; otro es el más reciente «Ven sobre mí, aliento de Dios»; y hay muchos otros. Lo han cantado con tanta frecuencia personas que no han tenido un conocimiento experiencial de su contenido que, para la mayoría de nosotros, se han vuelto casi frases sin sentido.
En las obras poéticas de Frederick Faber he encontrado un himno dedicado al Espíritu Santo que yo considero digno de figurar entre los mejores jamás escritos pero, por lo que sé hasta ahora, no se lo ha adaptado a ninguna melodía, o si se ha hecho, no se canta en ninguna de las iglesias que conozco. ¿Podría deberse a que encarna una experiencia personal del Espíritu Santo tan profunda, tan íntima, tan ardiente, que no encuentra eco en los corazones de los adoradores del movimiento evangélico moderno? Voy a citar tres estrofas:
¡Fuente de amor! ¡Dios verdadero! ¡Quien a través de las eras de Padre y de Hijo ha fluido de manera increada!
¡Te temo, amor no engendrado! ¡Dios verdadero, única Fuente de gracia! Y ahora, ante tu trono bendito, Mi "yo" pecador humillo
¡Oh, luz! ¡Oh, amor! ¡Oh, Dios mío! Contemplar ya no me atrevo tus sublimes atributos y de tu vida el misterio
Estos versos tienen todo lo necesario para ser un gran himno: una teología sólida, una estructura rimada, una belleza lírica, la comprensión elevada de ideas profundas y una carga completa de sentimiento religioso. Sin embargo, nadie los recuerda. Creo que un resurgimiento poderoso del poder del Espíritu entre nosotros abrirá los pozos de la himnología que hace mucho se olvidaron. Y es que el cántico nunca puede traer al Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo invariablemente trae el cántico.
Lo que tenemos en la doctrina cristiana del Espíritu Santo es la deidad presente entre nosotros. No es solo el mensajero de Dios; es Dios. Es Dios en contacto con sus criaturas, haciendo una obra salvadora y renovadora en ellas y entre ellas.
Para la pregunta reverente «¿Cómo es Dios?», la respuesta correcta será: «Es como Cristo». Porque Cristo es Dios, y el Hombre que caminó entre los hombres en Palestina era Dios que actuaba como Él mismo en aquella circunstancia familiar en la que le puso su encarnación. Para la pregunta «¿Cómo es el Espíritu?», la respuesta siempre debe ser: «Es como Cristo». Porque el Espíritu es la esencia del Padre y del Hijo. Él es como ellos son. Lo que sentimos por Cristo y por nuestro Padre que está en los cielos es lo mismo que debemos sentir por el Espíritu del Padre y del Hijo.
El Espíritu Santo es el Espíritu de vida, de luz y de amor. Por su naturaleza increada es un océano ilimitado de fuego, que fluye, que siempre está en movimiento, que obra mientras cumple los propoósitos eternos de Dios. Hacia la naturaleza realiza un tipo de obra, hace el mundo otro y hacia la Iglesia otro distinto. Y cada uno de sus actos encaja con la voluntad del Dios trino. Nunca actúa por impulso, nunca lo hace tras tomar una decisión rápida o arbitraria. Dado que el Espíritu del Padre, siente exactamente lo mismo que este por su pueblo, de modo que por nuestra parte no debemos sentir ninguna extrañeza en su presencia. Siempre actuará como Jesús: hacia los pecadores con compasión, hacia los santos con un afecto cálido, hacia el sufrimiento humano con la piedad y el amor más tiernos.
Es hora de que nos arrepintamos, porque nuestras transgresiones contra la bendita tercera Persona han sido muchas y graves. Le hemos maltratado amargamente en la casa de sus amigos. Le hemos crucificado en su propio templo, como crucificaron al Hijo eterno en la colina sobre Jerusalén. Y los clavos que usamos no fueron de hierro, sino de esa materia más sutil y preciosa con la que se hace la vida humana. De nuestros corazones extrajimos los materiales refinados de la voluntad, el sentimiento y el pensamiento, y con ellos forjamos los clavos de la sospecha, la rebelión y el olvido. Durante días y días sin fin le entristecimos y le apagamos mediante nuestros pensamientos indignos y nuestra actitud hostil hacia Él.
El arrepentimiento más verdadero y aceptable consiste en invertir los actos y las actitudes de los que nos arrepentimos. Pasar mil años con remordimientos por un acto no complacerá tanto a Dios como un cambio de conducta y una vida reformada. «Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar» (Isaías 55:7).
La mejor manera de arrepentirnos de nuestra negligencia es dejar de pasarle por alto. Empecemos a pensar en el Espíritu Santo como alguien a quien hay que adorar y obedecer. Abramos todas las puertas e invitémosle a entrar. Entreguemos a Él todas las habitaciones del templo de nuestras corazones, e insistamos en que entre y ocupe su lugar como Señor y Dueño de su propia casa. Y recordemos que se siente tan atraído por el dulce nombre de Jesús como las abejas por el aroma que desprende el trébol. Se moverá libremente, complacido y sintiéndose como en casa en todos los lugares en que se glorifique a Cristo.
A.W. Tozer (1897-1963) empezó su búsqueda incesante de Dios a la edad de 17 años, después de escuchar las palabras de un predicador en una calle de Akron, Ohio. Tozer fue pastor, escritor y editor autodidacta, y sus mensajes poderosos siguen conmoviendo hoy los corazones y despertando las almas de los creyentes. Fue autor de más de 40 libros, entre ellos Diseñados para adorar, Fe auténtica, Fe más allá de la razón y La verdadera vida cristiana.
Sí, empiezo este artículo de esta forma porque es una respuesta a un artículo publicado en Protestante Digital con el título «Cuando Dios es feminista» de Isabel Marín con fecha del 12/Julio/2021. Según lo he leído (con interés) me he visto en la necesidad de escribir en modo de contestación y análisis. No creo que Isabel llegue a leer este sencillo artículo, pero hablaré de manera personal hacia ella. Así que si el resto de lectores quieren saber de lo que estoy hablando, pueden dirigirse aquí.
En primer lugar, permíteme hablar del título. Evidentemente es algo que las personas que redactamos de alguna manera buscamos escribir de manera que sobresalga de la avalancha de informaciones, artículos y noticias. Lo primero que se ve es lo que suele llamar la atención y te invita a hacer click en un texto para leer más. Eso se hace con los títulos. Con eso no tengo ningún problema, es algo habitual y personalmente lo he usado algunas veces.
Al continuar con la lectura me encuentro con la descalificación, la ridiculización y el amargo sarcasmo hacia el patriarcado (no lo mencionas explícitamente, pero poco te falta). Con frases como «tan dolorosamente obvio y tan tristemente utópico», o «El caso es que en el contexto de la iglesia evangélica, mencionar el feminismo es como mencionar al Diablo. O peor, a la madre del Diablo, porque al final la culpa la tiene que tener una mujer, ya se sabe». No, perdona, pero no. No se trata de que una mujer por ser mujer tiene la culpa o de que (como se machaca hoy) un hombre por ser hombre ya es culpable. Y ambos casos sin pruebas. Eso es algo que Dios, ya en el Antiguo Testamento con las leyes que promulgó en el monte Sinaí y que tenemos por escrito en los libros de Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio lo que hacía era poner una equivalencia en cuanto a derechos y deberes de todos. Estamos de acuerdo de que Jesús rompió barreras sociales que se habían ido estableciendo con el paso de los años y las interpretaciones personales de personas que se autoproclamaban como custodios e intérpretes exclusivos de la Palabra de Dios.
Cito otra de tus frases: «Porque, seamos sinceros, toda teoría de equidad entre los sexos que cualquier mujer (u hombre) cristiana pueda contruir, acabará tarde o temprano chocando con la famosa costilla. Y es que, aducirán los amantes de jerarquías, órdenes y sumisiones. Dios creó al hombre primero, y a la mujer después, y ella es su ayuda idónea y vive para complacerlo.» Una alusión muy poco afortunada cuando no das el pasaje bíblico clave y haces una caricatura de lo que Dios instruye de cómo deben de ser las relaciones sanas, las matrimoniales, las de padres e hijos, las de hijos y padres, las de las personas mayores con los jóvenes y viceversa. Porque a Dios le importan mucho las relaciones y como Creador debe de tener algo que decir. ¿O solamente miramos lo que nos conviene? Así que, evitas mencionar el pasaje en cuestión en Génesis 2:18-25. Y rematas diciendo » y vive para complacerlo». ¿Donde lo pone? Dice algo muy distinto: «serán sola carne». Lo cual tiene un significado muy profundo, especial y con un sentido más tipológico que sería tratado años más tarde hablando de algo tan impresionante y hermoso como es la relación de Cristo con la Iglesia (el conjunto de cristianos redimidos). De esta relación tan especial se dan unas pautas ejemplares de cómo Dios establece cómo debe de ser la relación entre el hombre y la mujer. No al revés. Y, con la mención a la costilla, curiosamente el Señor Jesús en la cruz fue alanceado por un costado (o «por el costillar») y eso es algo que debería recordarnos que de ese postrer Adán es que surgió la Iglesia. A mí me resulta hermoso pensar de cómo Dios cuida de los detalles, ¿y a ti?
Sigues escribiendo y vas subiendo el nivel: «llevamos siglos y siglos leyendo Génesis 2 mal. Tiene sentido, claro. primero porque los que lo han leído tradicionalmente en su lengua original (hebreo) y han tenido derecho a interpretarlo han sido siempre hombres». Otra vez el patriarcado. Vuelves a sentar la base de que por el hecho de ser hombres quienes lo han interpretado ya está mal leido e interpretado. Claro. No será por la maldad, el prejuicio y el pecado del ser humano. ¡Qué va! Es por el hecho de ser hombres. Pero continúas: «Del resto de los mortales, pocos pueden permitirse el lujo de leer la Biblia en las lenguas originales, y tienen que conformarse con traducciones que, siento decirlo, son interpretaciones (sí, se de lo que hablo, soy traductora).» A ver si lo he entendido bien: ¿me estás diciendo que solamente los que tienen acceso a leer la Palabra de Dios en las lenguas originales son los que pueden interpretar correctamente las Escrituras? Esto, permíteme que te lo diga Isabel, no es nuevo. La famosa frase del clero romano «doctores tiene la iglesia» pretendía precisamente eso. Sumisión y obediencia ciega. Precisamente las traducciones a las lenguas del pueblo son las que ponen la Palabra de Dios al alcance de todos y donde cualquier persona puede acceder, leer y recibir salvación y enseñanza. Ya me parece poco afortunada la frase: «las traducciones son interpretaciones». Vamos a decir que algunas traducciones no son traducciones, más propiamente dicho, deberían de llamarse «paráfrasis». Ahí sí que dan lugar a interpretaciones. Y de las más variopintas. Pero una persona que traduzca o que participe en un proceso de traducción lo que busca es transcribir de un idioma a otro de la manera más fiel posible. Y, si eres traductora, sabrás de lo que hablo. Poner en duda traducciones contrastadas y respetadas a lo largo de la Historia es muy soberbio por tu parte porque da la sensación de que intentas introducir un concepto de elitismo que, siendo feminista, parece toda una contradicción…
En el resto de tu explicación acerca de las palabras «adam» como ser humano y las otras «ish» (hombre) e «isaha» (mujer). Déjame decirte que estoy de acuerdo con ella. Estamos de acuerdo de que Génesis 1 habla a los dos o al ser humano total (hombre y mujer). De todas maneras pasas de comentar lo que es obvio: Génesis 1 es un resumen de la creación y Génesis 2 es una ampliación con más detalles. Es algo muy común en la literatura semítica y en la Biblia de manera especial. Ocurre en otros pasajes de manera idéntica. Eso salta a la vista incluso en la traducción que tanto empeño tienes en desprestigiar. No hace falta ser lingüista para ver algo tan evidente.
Luego continúas explicando que cuando dice «adam» es «ser humano». Y, si leo bien tal y como lo dices: «En Génesis 2 Dios crea un ser, humano, que refleja a la perfección la imagen de Dios porque no es todavía ni macho ni hembra, sino los dos a la vez.» Perdona, ¿pero esto no es interpretación? Y, vamos a poner que tienes razón y que ese ser humano (hombre y mujer según tu visión) no encontró «ayuda adecuada» y que, por lo tanto, se le creó una «ishá» (mujer). ¿Estás diciendo que el ser humano (hombre y mujer) y que necesitaba de una ayuda y se creó a una mujer? ¿O que el ser humano tenía los dos sexos?
Vamos a suponer que sea tal y como tú dices y explicas con la explicación de las palabras que das y todo el proceso. Es sorprendente, pero lo puedo aceptar. No obstante, déjame recordarte que hay una regla simple de hermenéutica (arte de la interpretación, explicación y traducción de la comunicación escrita, verbal y no verbal) que dice lo siguiente: «Un texto sin su contexto se convierte en un pretexto». Es decir, en toda tu explicación obvias citar un pasaje que explica precisamente esto que estás comentando tú. Se encuentra en 1ª Timoteo 2:13 «porque Adán fue formado primero, después Eva». Es decir, aún siendo todo y como tú dices, Pablo resalta de que en el proceso del quirófano del Edén (como relatas y me gusta esta expresión) «Adán fue formado primero, después Eva». Es curioso. Adelantándome a tu probable argumento de el apóstol Pablo era un machista, déjame decirte que entiendo que el apóstol sea más fiable traductor e intérprete por los siguientes motivos:
* Era conocedor de primera mano como nativo de la lengua hebrea
* Tenía más cercanía tanto de forma cultural, como histórica al significado de las palabras del que pueden tener los traductores y lingüistas actuales.
Dado estos dos puntos principales, creo que sería justo decir que cuanta más antigua es una traducción más fidedigna es y, en este caso, la interpretación paulina cobra una importancia de valor añadido. Pero, curiosamente, tú pasas todo esto por alto porque tu visión ideológica es la que vale y la que tiene razón. Eso, querida Isabel, es hacer eiségesis y no exégesis. Hacer decir al texto lo que quiero que diga y no el estudio exhaustivo y completo del tema.
Y, por último, déjame comentarte que, en las Escrituras, Dios da unas instrucciones muy claras y muy valorables en cuanto a la mujer dándole incluso una protección divina que ya se ve hasta en la Ley dada a Moisés y que fue refrendada por Jesús y los apóstoles, incluido Pablo. Estoy muy de acuerdo contigo cuando dices que el hombre y la mujer «por separado son seres independientes, pero es juntos cuando vuelven a reflejar la imagen de Diosen toda su prenitud, brillo y gloria». Eso es cierto en cuanto a los matrimonios. Por diseño divino está puesto así en los términos que Dios mismo como Creador ha expuesto a lo largo de las Escrituras. Y creo, sinceramente, que debemos hacer más caso al Creador que a nuestros prejuicios, culturas, ideologías e ideas preconcebidas para buscar la gloria de Dios.
Si hay algo que le encanta al que escribe estas líneas es la posibilidad de comunicarse con los demás. Es algo que disfruto poder hablar, poder escribir intercambiando ideas, opiniones o simplemente mantener el contacto. ¡Eso es estimulante, enriquecedor y retante al mismo tiempo!
En los tiempos que corren nos ha tocado vivir cosas que han dificultado grandemente la capacidad de comunicarse. Al menos en mi caso personal. Lo que sigue a continuación es una recopilación de cosas para que podáis haceros una idea de lo que me ocurre y tal vez os ayude a entender mejor algunas de mis reacciones. El propósito de este artículo tan personal no es ni dar pena, ni que se me vea diferente, ni nada de eso…
En primer lugar he de deciros que convivo desde que nací con un problema de oído a causa de una negligencia médica. Doy muchas gracias a Dios por los médicos y todo el personal sanitario porque sé de primera mano que son personas capaces de hacer cosas que ni siquiera pensamos. Estar en un quirófano es algo que personalmente no podría hacer (por ejemplo), o diagnosticar, intervenir con celeridad y acierto en determinadas situaciones de urgencia o accidentes. No obstante, en mi caso personal hace ya unos años no atendieron a mi madre cuando estaba para dar a luz porque «era primeriza» y eso provocó sufrimiento fetal que afectó a mi oído derecho. Tengo la oreja, pero no el oído por ese lado. Tengo claro que es algo que Dios permitió que ocurriera aunque os puedo decir que han habido momentos duros y difíciles de llevar.
Eso de tener un oído solamente ha hecho que tenga mis temporadas mejor en cuanto a audición y mis temporadas que ha sido más complicado de llevar. Sin embargo, hay una de las cosas que ha hecho que pudiese desarrollar cosas por supervivencia para poder comunicarme con más normalidad. Por ejemplo: aprendí completamente solo y de manera natural a leer los labios para ayudarme en la comunicación. Surge sin más. En los tiempos que vivimos actualmente podéis llegar a haceros una idea de lo que supone el uso de mascarillas actualmente. No estoy queriendo entrar en polémicas con nadie, simplemente digo lo que me ha supuesto y me sigue suponiendo. Es un esfuerzo extra que tengo que hacer para entender a la gente…
Por otra parte, esto me ha llevado a fijarme de manera especial en la pronunciación de las palabras, en la vocalización y, por supuesto, en la entonación. Disfruto muchísimo escuchando a personas hablando, dando discursos o conferencias. A parte de mirar y estudiar su línea argumental, observo su entonación, las pausas, las diferentes velocidades… En dos palabras: la retórica y la apologética. Eso me ha llevado a intentar comunicarme con claridad y vocalización buscando que a todo el mundo le sea fácil entenderme. Algo que todo el mundo debería de procurar para que el escuchar, asimilar y analizar sea fácil y sin esfuerzo extra.
Todo esto hace que me gusten los debates, el intercambio de opiniones o el tratar temas muy variados. Observo que en los canales de televisión y de radio es algo que se va perdiendo. Da la sensación de que el que alza más la voz, el que interrumpe más veces o es más faltón o soez es el que tiene razón cuando sabemos de sobra que no es así. Los que me conocen personalmente o han tenido contacto de alguna manera conmigo, saben que me gusta hablar y tratar todo tipo de cosas. Amig@s míos podrán decir que literalmente hemos tenido debates, conversaciones o intercambio de opiniones por horas de conversación. Y siempre se aprende algo a fuerza de hablar, compartir e intercambiar con los demás.
Hoy en día, parece que se escape de todo ello. El intercambio de opiniones, visiones o simplemente de conversar es algo que brilla por su ausencia en muchas ocasiones. Más bien cada un@ va a soltar lo suyo sin parar a considerar de verdad a quien está al otro lado. Eso NO es una conversación ni un diálogo…. más bien es un monólogo. Y, llegados a este punto, no estoy señalando la capacidad de hablar solamente sino también la de escuchar. Es vital.
Cuando alguien habla es importante que los demás consideren importante lo que tiene que decir, o al menos, tengan por digna a la persona que está por hablar. Esto me recuerda algo que llevo tiempo dándole vueltas:
«Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Hebreos 1:1-2)
Como decía antes, si somos coherentes, hemos de considerar y poner atención cuando alguien habla. Otra razón es tener en cuenta la dignidad y el prestigio o reconocimiento de la persona que habla. Un ejemplo que pongo muchas veces es cuando hablo con compañeros de profesión más veteranos que comentan sus experiencias con el camión. El oficio ha cambiado mucho con el paso del tiempo (cosa normal) pero siempre se aprende de la acumulación de experiencia.
Me llama la atención en el texto bíblico que os he citado de que Dios ha hablado «muchas veces» y «de muchas maneras» para continuar diciendo que en última instancia nos ha hablado por «el Hijo», es decir por medio de Jesús. Y lo que más me llama la atención es de que muchas personas no escuchan de primera mano lo que Jesús dijo, lo que hizo, cómo vivió y cuál es el mensaje que venía a traer. Y más cuando hoy en día es muy fácil acceder cada un@ directamente a ello a través de la Biblia o de las aplicaciones móviles para poder leerla directamente y sin intermediarios. Me llama la atención de que se escucha a los que hablan acerca de Jesús, que no está mal en sí mismo, más que escuchar o leer directamente lo que Jesús dijo. Y lo que más me llama la atención es que, en general, no se quiere saber sino que se rechaza de plano «a priori»… Es decir, para cualquier figura o personaje que mínimamente haya influenciado en la humanidad, se suele decir que hay que conocer sus palabras, sus vidas o su biografía (eso, como mínimo…) mientras que eso no se realiza con todo lo que tiene que ver con la Biblia o con Dios.
Si Dios ha hablado, debe de tener algo importante que decir. Y, si somos honestos y coherentes, debemos escucharlo directamente. ¿Lo has hecho?
Terminando ya, si quieres hablar acerca de cualquier tema, intercambiar opiniones, compartir acerca de cuestiones (espirituales o no) nos tienes a tu disposición desde este espacio de El Rincón de Pensar por los diferentes canales en las redes sociales, correo electrónico y cualquier otro medio que tienes a tu disposición. Se te va a escuchar sin escándalos, sin juzgar y con privacidad, pero siendo sinceros y honestos. Si buscas esto, este es tu espacio. Seas quien seas, creas lo que creas y pienses como pienses.
Hoy vamos a comentar unas declaraciones que ha realizado online en Twitter el epidemiólogo Oriol Mitjá equiparando a los criminales con la policía, o a la policía con los criminales. Porque según este señor son lo mismo, o según sus palabras, tienen la misma predisposición genética. Os pido que leáis la noticia entera porque la verdad es que no tiene desperdicio. Hacer este tipo de afirmaciones en pleno siglo XXI es ignorar otros casos en la Historia de la humanidad donde alguna clase de mentalidad supremacista o criminalista con determinados colectivos es algo que ocurre desde el principio de los tiempos y hasta el día de hoy. Cambian los actores, los contextos y la época. El principio sigue igual.
La vida no es sólo química. Esa frase ya la hemos usado en un artículo anterior y en un vídeo para ilustrar que las ciencias están relacionadas e, incluso, otros factores. En este caso, a mi modesto entender, este señor está sacando de la ecuación muchas cuestiones que influyen en la vida de una persona como es el estrés por diferentes causas (mandos, contexto momentáneo, entorno familiar, presiones de diferentes tipos) que influyen en las posibles reacciones de una persona que trabaja en el sector policial.
No voy a entrar en temas técnicos porque no tengo la capacitación para ello ni este artículo es para desprestigiar al sr. Oriol Mitjá, Es un profesional al que respeto y mis palabras son desde ese respeto. Lo que voy a decir ahora es como hijo de policía que soy y también como observador de la Historia de la humanidad. Este tipo de afirmaciones que etiquetan a la gente por su raza, por su contexto cultural, por su «código genético» que traen un mensaje subliminal más o menos evidente fue usado por otros momentos en la Historia. Recordemos:
* Hitler creía en la superioridad de la raza aria * Los esclavistas decían que los negros eran de una raza inferior (¡y algunos hasta argumentaban con la Biblia!) * Los ingleses en su época dorada del imperialismo exclamaban: «¡¡Nadie es superior a los Inglaterra!! * Incluso en determinados movimientos religiosos se daban gracias a Dios por no ser mujeres (los religiosos judíos y musulmanes) ni gentiles (todos los que no son judíos)
Decir cosas así por una parte es estigmatizar con propósitos no muy nobles, vamos a decirlo de esta manera. Sus consecuencias suelen ser fatales y perjudiciales. A la Historia me remito.
Como hijo de policía he visto algunas detenciones realizadas por mi padre y también por otros compañeros suyos. Jamás he contemplado un uso de la fuerza indebido. No digo que esto nunca ocurra, sino que estoy hablando de lo que he visto yo. Además de que si la predisposición de los agentes de policía fuese la violencia, entonces esa violencia estaría en su comportamiento con el uniforme y fuera del uniforme. Como hijo de policía he de decir que mi padre fue y es, hoy retirado del servicio activo, un ejemplo de persona con autocontrol (eso que la Biblia dice «dominio propio») y que en ningún momento lo vi ni lo experimenté abusando de su fuerza ni de su autoridad. Ni como policía ni como padre ni como persona.
Otra cuestión que tampoco tiene en cuenta el sr. Oriol Mitjá es el contexto de autoridad que tienen los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y el uso a través de las órdenes y leyes que le dan personas que, en muchos casos, no tienen nada que ver con esas personas que se ponen el uniforme y que cada día salen a cumplir con sus obligaciones. Creo que muchos no saben lo que es eso.
A muchos de los lectores les sorprendería saber lo que dice la Biblia acerca de la autoridad, tanto legislativa como gubernativa y ejecutiva. Principios básicos que son obviados hoy en día y que en muchas ocasiones dejan a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado de nuestro país atados de pies y manos y sin capacidad para operar como tales. ¿Puede haber abuso? Está claro que sí. En cualquier estamento, gremio y estructura de la sociedad puede producirse. Lo que se debe de hacer es proveer de mecanismos y protocolos que en primer lugar eviten que esos abusos se produzcan y que, si se producen, sean investigados, juzgados y castigados. Eso es lo que haría una sociedad coherente. No una afirmación que criminaliza a agentes que velan por nuestra seguridad y por el cumplimiento de las leyes.
De nada sirve que antes de 24 horas borrara el tuit. El mal ya está hecho. A no ser que pida perdón públicamente….
Reconozcámoslo, somos amigos de compartir memes humorísticos, de hacer fotos de las comidas que nos ventilamos y de escuchar música sin parar….. Pero, ¿cuándo nos hemos parado a leer (sí, a leer detenidamente) un buen artículo, un buen libro o simplemente un escrito de alguien por la red o físicamente en papel?
Reconozcámoslo, no tenemos paciencia. No nos da la mente para ello…. Hemos caído en las garras de la tecnología, o del frenesí de no pensar, de la crítica fácil, del chiste express y de la burla rápida acerca de todo y cualquier tema. Porque todo vale. No importan los sentimientos de las personas ni sus consecuencias. Lo único que importa es la realización personal aunque seamos incoherentes, ¡qué más da!
Reconozcámoslo, ya no se oyen argumentos ni debates de calidad donde puedas ver el ingenio del locutor, la línea argumental bien presentada y expuesta con aplomo, coherencia y sentido común. Lo único que queda es la descalificación, el insulto, la grosería y la mala educación. «Debates» donde el que más grita parece que es el que más razón tiene; el que más interrumpe es el que tiene más que decir; el que es más grosero y borde es el que acapara más atención. Y todo esto sin distinción de ninguna clase porque da igual si el que habla es hombre o mujer, rico o pobre, personaje político, persona de ciencia, de letras, del mundo de la cultura o ciudadano de a pie. Lo que hace no tanto tiempo se procuraba que fuese una excepción, hoy se ha convertido en una norma.
Reconozcámoslo, escuchar de verdad es algo que nos resulta extraño. Eso de estar pendientes de lo que otro diga y valorar de verdad sin juzgar a la persona y entrar en el terreno personal es algo que, hoy en día, resulta muy difícil. Ya no digamos si el interlocutor es de mentalidad totalmente contraria a la nuestra (al menos lo suponemos, eso ya es argumento convincente) entonces, no vamos a escuchar nada para valorar de verdad y considerar si es que tiene verosimilitud. De ahí que se puede ver cómo jóvenes hacen entrevistas solamente a jóvenes, universitarios a personas con carrera, periodistas a famosos….. El resto no importa. Lo que digan, si es contrario, no importa mucho…..
En medio de toda esta jungla cruel y sin sentido, resuenan con más fuerza que nunca las palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar» Mateo 11:28. Déjame decirte que precisamente para esto vino Jesús, para dar sentido a nuestras vidas. Pero déjame decirte también que Él dice «os haré descansar», no dice «te solucionaré todos tus problemas». Las cosas de la vida vienen para todos, los problemas, las penas, las luchas, el dolor…. Nadie se libra de ello. Y esto es algo que ha sido objeto de controversia mental para mucha gente. El tema es que Jesús promete hacernos descansar a pesar de lo que nos toque vivir. Es decir, estar equipados para cualquier circunstancia que nos pueda sobrevenir.
Y, curiosamente, Jesús durante su vida en este suelo no cedió ante las personas que no le reconocían de manera total. Hay muchísimos ejemplos de ello en las Escrituras y, lo más importante, sigue siendo vital en tu vida y la mía. Nos encontramos con la realidad inquebrantable de que o reconocemos todo lo que Jesús es (con todas sus implicaciones) o, en definitiva, no lo reconocemos. En ese sentido, Jesús era, es y será un radical. Igual de radical será la transformación en tu vida.
Tal vez te hagas la pregunta que varias personas me han hecho estos últimos días: ¿por qué Dios permite que algunas personas sufran tanto y otras se vayan de rositas? ¿Cómo es que da la sensación de que al que hace las cosas con maldad parece que todo le va bien y prospera y, en cambio, al que busca hacer lo correcto parece que todo le va en contra? Permitidme que este sea el tema de la siguiente publicación….
Si seguís a algún compañero o compañera de profesión en seguida os podréis dar cuenta de que una cosa es lo que sale por la tele, las radios y otra muy distinta es lo que nos toca vivir a l@s chóferes en nuestros trabajos diarios. También es fácil ver que, como en todas las profesiones, hay personas que quieren cobrar mucho y trabajar poco, hay quienes reclaman lo que estipula la ley (no entramos en si es justa o no) y hay quienes se rebajan para conseguir un trabajo aunque eso signifique poner en jaque a todos los demás con ese obrar.
En un mundo donde la competencia es brutal, en el que la tendencia es que las grandes corporaciones aprisionan, ahogan y hacen la vida imposible al pequeño productor, los pequeños comercios y los autónomos, asalariados y demás personal que luchan por su existencia, ¿tiene Dios algo que decir de todo esto? ¿Es el trabajo una maldición?
Empecemos por esto último que acabo de poner. Hay una idea en nuestro subconsciente de lo que sería estar en el paraíso, en el cielo o en un estado de cosas donde todo sería disfrute y actividad festiva. Esto está trasladado en las religiones y mitologías de diferentes maneras con unas versiones más o menos fantasiosas. Cuando nos acercamos a la Biblia con esta idea preconcebida y leemos cómo estaban Adán y Eva en el huerto del Edén nos hacemos a la idea de que no daban golpe y todo era tomar el sol, comer y hacer el amor en el paraíso (permitidme ser así de claro)…. Nada más lejos de la realidad que nos describe la Biblia.
Los primeros seres humanos tenían actividad, mucha actividad.
En primer lugar, cuando Dios puso en el huerto al ser humano, lo puso con el propósito de que lo «labrara y lo guardase» (Génesis 2:15). Si eres de campo como yo o has trabajado en algo similar, sabrás por experiencia que el agricultor tiene mucho trabajo durante el año. Su actividad no cesa. Cambia de tarea en todo caso, pero nunca para de hacer cosas relacionadas con el objetivo de que sus cultivos alcancen unos resultados óptimos.
En segundo lugar, había un momento en el cual Dios mismo se paseaba con el ser humano por el huerto. ¿Para qué? No nos lo dice la Biblia, pero probablemente para enseñarle el funcionamiento de todo el huerto entre otras cosas. Es lógico que el Creador de todo lo que vemos enseñara a los primeros seres humanos cómo es el funcionamiento de las cosas. De hecho, todo agricultor mínimamente informado y con un poco de práctica conoce reglas y asociaciones de plantas que se benefician mutuamente. Un ejemplo: si plantas un surco de tomates y a continuación un surco de zanahorias ocurre que el de zanahorias ahuyenta el bichillo que come el tomate y el del tomate ahuyenta al de la zanahoria. Y esto es un solo ejemplo de muchas cosas que los antiguos conocían y que se están redescubriendo con la agricultura ecológica, la lucha integral, los bancales profundos y muchas técnicas más sin pesticidas y herbicidas que está más que demostrado que son un tremendo veneno que altera el diseño natural puesto por Dios.
En tercer lugar, cuando entró el pecado a través de nuestros primeros padres, se suele creer que Dios castigó al ser humano (más concretamente al varón) con el trabajo. Hemos visto que el trabajo existía en el huerto del Edén y nos relata Génesis que todo lo que fue creado fue «sobremanera bueno», con lo que incluye las labores concernientes a ello. Veamos lo que pone: «Y al hombre dijo: Por cuanto
obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.» (Génesis 3:17-19) El castigo de Dios para el ser humano, entre otras cosas, fue el resultado de ese trabajo y cómo produciría la tierra más hierbas malas que las plantas necesarias para el sostenimiento de la comunidad humana. De eso también el que ha trabajado un poco en el campo tiene pruebas por la experiencia. Constantemente has de estar limpiando y sacando malas hierbas que ahogan una plantación e, incluso, pueden arruinar una cosecha.
Por todo esto que acabo de escribir, hemos de llegar a la conclusión de que el trabajo no es una maldición, sino que forma parte del diseño de Dios para el ser humano. De hecho, hay estudios que muestran que si no tenemos algún tipo de actividad laboral (me estoy refiriendo a personas que tienen una condición mínimamente sana) nuestro cuerpo y nuestra salud física y mental se resentirá muchísimo.
Ahora bien, ¿y no ha dicho Dios nada más acerca de las relaciones laborales? Pues de eso hablaremos en los siguientes artículos. Continuará….