Antiguo Pacto y Nuevo Pacto. El Dios del Antiguo Testamento no es el mismo que el del Nuevo Testamento. ¿Es así o no? Hay movimientos que dicen que sí, hay otros que dicen que no. Hay quien comenta que las cosas de la Ley eran para los judíos de su tiempo, pero como ahora ha venido Jesús, «las cosas viejas pasaron».
Ante todo en primer lugar decir que es cierto de que en Cristo se ha cumplido la ley del Antiguo Pacto. Esto es cierto, no porque lo diga yo (que no es importante) sino porque lo dijo Él mismo en Mateo 5:17 “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas, no he venido para abrogar, sino para cumplir”. Con lo cual en este punto no hay discusión posible. Él cumplió TODA la ley y TODOS los profetas.
Ahora bien, hay dos aspectos por lo menos que encontramos cuando leemos la Ley que se pueden diferenciar fácilmente: uno es la ley ceremonial con todos los sacrificios, ritos, fiestas, construcción del tabernáculo (y más tarde el templo), vestiduras, organización del campamento… etc; y otro es la ley moral que nos muestra cómo es Dios en su esencia y que esa forma de comportarse es su exigencia para con los seres humanos tal y como se lo planteó a los del pueblo de Israel.
Jesús cumplió con estos dos aspectos plenamente. Con el primero siendo el cumplimiento de aquellos ritos y sacrificios que apuntaban a aquel GRAN SACRIFICIO que iba a venir para satisfacer la deuda moral de la humanidad para con Dios. Eso lo explica muy bien el libro de Hebreos sobre todo en su primera parte.
Ahora bien, ese mismo libro de Hebreos en 9:13-14 nos muestra una cosa sublime. Nos muestra que Jesús no se ofreció en sacrificio ni realizó ningún acto en su ministerio terrenal en su propio poder (que lo tenía) sino que se puso en las manos del Espíritu. Para mejor entendimiento te ruego que busques en los evangelios, sobre todo en los primeros capítulos, donde dice claramente que Jesús “fue llevado por el Espíritu”. Hacía todo en obediencia a su Padre poniéndose en las manos de OTRO. Y el autor de Hebreos nos dice que esto nos habilita para “servir al Dios vivo y verdadero”.
Es decir, antes de conocer a Dios, la ley (tanto la ley moral como la ley sacrificial) me mostraba que era imposible por mis propias fuerzas llegar a Dios. Eso lo explica el apóstol Pablo en Romanos donde también dice que “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”. (Romanos 7:12)
La gran maravilla de Dios es que con el sacrificio del Señor Jesús está abierto para nosotros el camino al Lugar Santísimo de la misma presencia de Dios (cosa que antes era imposible por el pecado). Ahora, de la misma manera que Él tenía que ponerse en las manos de OTRO para marcarnos el camino, nosotros también tenemos y podemos hacerlo. Eso nos lo dice el capítulo 8 de Romanos y 1ª Pedro 2:21. Es decir, que la Ley moral de Dios sigue plenamente vigente. Sus principios morales no cambian, sus exigencias no disminuyen. La diferencia es que antes por mucho que nos esforzáramos no podíamos y ahora sí.
Evidentemente que un gran principio moral es el amor. Jesús lo dijo en Juan 15:12. Pero también dijo “Si guardareis mis mandamientos (plural), permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos (plural) de mi Padre y permanezco en su amor.” ¿A qué mandamientos se refería Jesús? Obviamente a los mandamientos morales de Dios.
No obstante, un punto importante es que cuando menciona “amor” en este pasaje y otros parecidos siempre hace mención del amor “ágape” que es el amor de Dios. Es decir, Dios ama pero no contraviene ningún otro aspecto de su Ser y esencia. Dios ama y es justo. Dios ama y es santo. Dios ama y también aborrece el pecado. Dios ama y es fiel a su palabra. La gran noticia para el ser humano es que Jesús nos abrió el camino para que nosotros pudiésemos tener la capacidad de poder poco a poco ser transformados a su semejanza. Esto antes de Jesús, era imposible.
Por eso la ley moral de Dios sigue vigente. Los principios morales de Dios siguen siendo actuales y hacen falta recordarlos, meditarlos y aplicarlos a nuestras vidas con urgencia, con rodillas dobladas y con corazón quebrantado y dispuesto a aprender acerca del deseo de Dios manifestado en toda la Escritura. Entonces amaremos, obraremos y haremos las cosas según la esencia moral de Dios y sus principios no porque tengamos que hacerlo, sino porque es lógico, razonable y es consecuencia directa de la nueva vida que nos da en Jesús para poder pensar, sentir y obrar como Él lo haría.
Habría mucho más que tratar, pero creo que esto es suficiente por ahora. Permíteme preguntarte: ¿sabes algo de esto?
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